Bajo un cielo gris que parecía contener el dolor de todo un pueblo, miles de uruguayos inundaron este jueves las calles de Montevideo para dar el último adiós a José Alberto "Pepe" Mujica Cordano, el expresidente que trascendió fronteras para convertirse en símbolo global de la política honesta y la vida austera.
La despedida del pueblo
El lento caminar de los caballos que arrastraban la cureña con el féretro cubierto por la bandera uruguaya marcó el ritmo de una procesión ciudadana sin precedentes.
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Por las avenidas 18 de Julio y Libertador de Montevideo, donde tantas veces caminó Mujica sin escoltas ni protocolos, hoy avanzaba su último viaje entre muestras de cariño: flores púrpuras, periódicos con sus históricas portadas, carteles que rezaban "Hasta siempre, viejo" y el grito unánime de "No me voy, estoy llegando", su frase más célebre que hoy adquiría nuevo significado.
El legado que perdura
A los 89 años, el hombre que gobernó sin corbata y donaba el 90% de su sueldo, el guerrillero tupamaro que sobrevivió a 13 años de prisión durante la dictadura, el estadista que legalizó el matrimonio igualitario y la marihuana, recibía hoy el homenaje de esa "patria grande" que tanto soñó.
Entre la multitud, militantes históricos del Movimiento de Participación Popular, su creación política, se mezclaban con jóvenes que nunca lo votaron pero lo admiraban, con trabajadores que recordaban cuando los visitaba en sus humildes ranchos, con madres que atesoraban su abrazo sincero.
El último recorrido
El cortejo, escoltado por soldados a caballo que parecían custodiar no un féretro sino la memoria viva de Uruguay, hizo pausas para que el pueblo pudiera despedirse. En cada parada, voces emocionadas reivindicaban su lucha por "los nadies", mientras su viuda Lucía Topolansky y el presidente Yamandú Orsi marchaban en silencio, cargando el peso de la historia.
Hoy Uruguay no llora una muerte, sino que celebra una vida que cambió para siempre la forma de entender la política. Como escribió en su última carta: "Sembré mi corazón en esta tierra". Y en cada bandera ondeando, en cada flor depositada, en cada voz que corea sus enseñanzas, ese corazón late más fuerte que nunca.