José “Pepe” Mujica, expresidente de Uruguay, falleció a los 89 años el martes 13 de mayo de 2025, dejando tras de sí una huella profunda en la historia política de América Latina. Exguerrillero, preso político, legislador, ministro, presidente y, sobre todo, símbolo de coherencia y humildad, Mujica se convirtió en una figura admirada dentro y fuera de su país.
Gobernó Uruguay entre 2010 y 2015, pero su legado va mucho más allá del Palacio presidencial. En una era marcada por el culto al poder, Mujica eligió vivir en su modesta chacra en Rincón del Cerro, desde donde conducía su viejo Volkswagen Escarabajo a sus actividades oficiales. Donaba el 90% de su sueldo como presidente y se negó a vivir en la residencia oficial. Su forma de vivir fue, para muchos, su mayor mensaje político.
Te podría interesar
Antes de llegar a la presidencia, Mujica vivió las sombras de la represión. Fue militante del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros y pasó más de una década encarcelado durante la dictadura uruguaya (1973–1985). Tras la restauración democrática, se integró al Frente Amplio y en 1994 fue electo diputado.
Su liderazgo se consolidó cuando Tabaré Vázquez lo nombró ministro de Agricultura, y en 2009 ganó las elecciones presidenciales.
Durante su mandato, impulsó políticas progresistas que convirtieron a Uruguay en referente regional. Legalizó el uso recreativo de la marihuana un hito en América Latina aprobó el matrimonio igualitario y promovió reformas laborales que redujeron el desempleo y ampliaron los derechos de los trabajadores.
Su visión política lo alineó con figuras como Lula da Silva, Cristina Fernández de Kirchner y Hugo Chávez, aunque siempre mantuvo un estilo propio: directo, sin poses y con un discurso que mezclaba sabiduría popular con profundidad filosófica.
Decía no creer en Dios, pero se declaraba amigo del papa Francisco; cuestionaba abiertamente al expresidente Donald Trump, pero evitaba el fanatismo ideológico.
En 2020, ya como senador, anunció su retiro definitivo de la política debido a su edad y a la pandemia de covid-19. Permaneció en su granja junto a su esposa, la exvicepresidenta Lucía Topolanski, hasta sus últimos días.
Pepe Mujica no solo gobernó, enseñó con el ejemplo. Su muerte marca el fin de una era, pero su vida se convierte en un referente moral y político para quienes aún creen que es posible cambiar el mundo sin perder la esencia humana.