HISTORIAS DE LA FRONTERA

El panteón más pequeño de Nuevo Laredo resiste entre la maleza y el olvido; muy pocos lo conocen

Escondido entre viviendas de interés social y maleza, este cementerio de apenas 200 metros cuadrados guarda más de un siglo de historia en sus cruces olvidadas; es tan pequeño que ni siquiera aparece en Google Maps.\

El panteón chiquito que muy pocos neolaredenses conocen.
El panteón chiquito que muy pocos neolaredenses conocen.Créditos: internet
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El panteón más pequeño de Nuevo Laredo no solo es diminuto en tamaño, sino también en reconocimiento. Aislado del interés público y sumido en el abandono, este cementerio se mantiene fuera del radar de la mayoría de los habitantes, que desconocen por completo su existencia, a pesar de que está incrustado en plena zona urbana.

Es tan chiquito que ni siquiera aparece localizado en plataformas digitales como Google Maps, lo que incrementa su invisibilidad física y simbólica.

El panteón más pequeño de Nuevo Laredo

Ubicado entre viviendas de interés social de la colonia Los Presidentes, una frágil malla ciclónica lo separa de los patios traseros de las casas.

Su extensión es de apenas unos 200 metros cuadrados y en su interior yacen tumbas cubiertas por arbustos, árboles crecidos al azar y hierba desbordada. Por la calle Monterrey, es posible distinguir algunas cruces de madera deterioradas que apenas se asoman entre la vegetación.

El cementerio pertenece a los antiguos ejidatarios de la zona, quienes durante décadas cultivaron estas tierras antes de venderlas por su bajo rendimiento agrícola. Actualmente, la administración del sitio está a cargo del Comité Campesino Municipal, el cual regula su uso: solo pueden ser sepultados en este terreno miembros de la organización ejidal o sus descendientes directos.

La exclusividad del espacio contrasta con su evidente deterioro. No hay lápidas nuevas, ni señales de mantenimiento reciente.

Algunas sepulturas están completamente cubiertas por la maleza, casi borradas del paisaje. Sin embargo, los vecinos ya se han habituado a su presencia. Aunque evitan cruzar por ahí en la noche, conviven con naturalidad con lo que llaman "los muertitos del patio".

En medio de la urbanización creciente, el panteón más pequeño de Nuevo Laredo se niega "a morir". Ahogado entre casas, olvido y hierba, este vestigio silencioso de la historia ejidal local se niega a desaparecer.