En el corazón del Panteón Antiguo Municipal, una tumba amarilla rompe con la monotonía de mármoles grises y cruces desgastadas. Es la tumba del Brujo de Nuevo Laredo, uno de los sepulcros más visitados y comentados de todo el cementerio.
Su color brillante y los símbolos grabados en su lápida la convierten en un punto de peregrinación para curiosos, devotos y practicantes de rituales que buscan respuestas o alivio a sus males.
La tumba amarilla del brujo de Nuevo Laredo
La lápida pertenece a Cipriano Tavares, un hombre de quien poco se sabe, pero de quien mucho se dice. Algunos lo recuerdan como un sanador y maestro de ciencias ocultas; otros, como un poderoso brujo cuyos conocimientos trascendieron su propia muerte.
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Según los cuidadores del camposanto, cada semana llegan visitantes de distintas ciudades e incluso del extranjero para dejar ofrendas: velas, frutas, monedas y objetos rituales.
Los símbolos de su lápida
Lo que más intriga a los visitantes no es solo la historia de Tavares, sino los símbolos tallados en su tumba, cargados de significados místicos y religiosos.
Dos cruces patriarcales o de Caravaca adornan la lápida, emblemas antiguos de autoridad espiritual y protección divina, usados como amuletos contra el mal.
En el centro destaca una estrella de David, símbolo del equilibrio entre lo celestial y lo terrenal, asociado a la unión del hombre con lo divino.
En una esquina, grabadas con precisión, puede observarse un par de runas que representan energías, secretos y destinos.
¿Mensaje en clave?
En su conjunto, estos grabados parecen conformar un mensaje cifrado, una fusión entre creencias judeocristianas, magia ancestral y espiritualidad esotérica.
Hoy, décadas después de su muerte, la Tumba del Brujo de Nuevo Laredo sigue atrayendo a quienes buscan fe, misterio o simple curiosidad.
Entre sus símbolos y leyendas, permanece viva la idea de que, quizá, el verdadero poder de Cipriano Tavares nunca abandonó el lugar donde reposan sus restos.
