La epidemia de poliomielitis en Nuevo Laredo de 1955 representa una herida poco recordada, pero imborrable en la historia de Tamaulipas.
Durante aquel año, el virus paralizó a la ciudad y cobró la vida de más de cien menores, desde recién nacidos hasta niños de once años.
Las 100 tumbas de niños en el Panteón de Los Ángeles
En una época sin acceso generalizado a vacunas y con servicios médicos limitados, el brote se expandió con rapidez, dejando tras de sí un panorama desolador.
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El contexto social de la frontera agravó la emergencia. Las precarias condiciones sanitarias, el hacinamiento en los barrios más pobres y el constante tránsito de personas entre México y Estados Unidos facilitaron la propagación del virus.
Las familias de escasos recursos fueron las más afectadas: muchos pequeños murieron por insuficiencia respiratoria sin alcanzar atención médica oportuna.
Ante el incremento de fallecimientos, el propietario del panteón Jardín de los Ángeles cedió un terreno para sepultar a las víctimas.
En la sección conocida como San José, se cavaron fosas colectivas donde fueron depositados los cuerpos de decenas de infantes.
Hoy, las cruces que aún resisten el paso del tiempo muestran nombres y fechas que coinciden en el verano de 1955, un periodo que transformó para siempre la vida de la comunidad.
Aún les llevan flores
A pesar del olvido, los cuidadores del camposanto aseguran que algunos visitantes todavía se detienen a dejar flores o juguetes sobre las tumbas. Entre el silencio y el viento, dicen escuchar risas lejanas o el llanto de niños, como si el eco de aquella tragedia se negara a desaparecer.
La epidemia de poliomielitis en Nuevo Laredo dejó muerte y duelo, pero también impulsó el inicio de la vacunación masiva en México y marcó el inicio de una nueva conciencia sanitaria que perdura hasta nuestros días.