Reventar las burbujas de los empaques es una tentación en que la mayoría ha caído alguna vez; seguramente te has preguntado por qué no puedes dejar de hacerlo una vez que llega a tus manos.
De acuerdo con los expertos, esta acción provoca una satisfacción psicológica que el cerebro recibe a manera de 'premio' y, considerando que es un efecto inmediato, simplemente te pide más y más. De ahí, que a veces parezca obsesivo no poder soltar este papel plástico hasta que ha quedado inservible.
Tronar burbujas es una respuesta automática del cerebro
De acuerdo con un estudio realizado en los años 90's, la psicóloga Kathleen Dillon publicó un estudio que analizaba cómo el cerebro se entretiene cuando las manos están ocupadas; tronar burbujas del papel plástico es lo mismo que escuchar música cuando haces ejercicio así, el cerebro tiene algo 'qué hacer', mientras el resto de tu cuerpo se ocupa.
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La doctora Dillon señalaba que en la antigüedad se utilizaba una piedra lisa que se cargaba a todas partes y, que al contacto con la piel, permitía un efecto relajante, lo cual se relaciona con el sistema nervioso y las reacciones que tiene el cerebro al contacto físico con ciertas superficies.
En sus análisis, señaló que mantenerse ocupados en proyectos manuales de costura o tejido son excelentes terapias de relajación y lo mismo puede ocurrir cuando se revientan las pequeñas burbujas del plástico.
Utilizando las teorías de otro experto en estados de ánimo (Robert E. Thayer) se pudo identificar que la acción de estallar las burbujas plásticas es una respuesta natural al estrés; además, a diferencia de tejer, no requiere una habilidad o conocimiento especial.
También, otros estudios señalan que los actos repetitivos como enredar el cabello con un dedo, mover constantemente la pierna o darle vueltas a una pluma es una forma que el cerebro busca para distraerse de las tensiones; a esta acción repetitiva, se le conoce como fidgeting y, se ha comprobado que reduce los niveles de ansiedad y permite mejor concentración.
Sin embargo, otros especialistas realizaron un siguiente estudio, en el que dividieron un grupo en dos; una mitad reventaba burbujas y la otra mitad no lo hacía; los resultados fueron demasiado dispares y no fue posible mantener una conclusión que aplique a todos. Uno de los hallazgos, por ejemplo, señalaba que para algunas personas su estrés aumentaba ante el sonido o la sensación de reventar estas burbujas.
Finalmente, un dato importante fue que el porcentaje de personas que prefieren reventar las burbujas es mayor a los que no lo prefieren y, es que, lo que sí está comprobado es la relación del cuerpo ante los efectos que tiene el sistema nervioso al toque o contacto. Esto es, cuando se logran canalizar la ansiedad y el estrés por medio de un objeto, éstas suelen desaparecer.
También queda claro que al cerebro no le gusta que lo ignoren y, mantenerlo ocupado con una actividad que no requiera esfuerzo mental, simplemente, es como dejarlo salir al recreo.