La comunidad científica de México celebra un hallazgo histórico: el águila arpía (Harpia harpyja), considerada extinta en el país desde hace décadas, fue documentada viva.
El anuncio, realizado durante el Chiapas Birding Festival 2025, marca un hito para la biodiversidad mexicana y revela la resistencia de esta especie emblemática.
Un gigante al borde del abismo
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Llamada así en honor a las harpías de la mitología griega (criaturas híbridas entre mujer y ave), la águila arpía tiene hembras que alcanzan los 18 kilogramos y una envergadura de 1.8 metros, que dominan la selva gracias a sus garras capaces de cazar monos y perezosos.
Sin embargo, su dependencia de vastas extensiones de selva húmeda la hizo desaparecer paulatinamente de México, donde el último registro confirmado era una fotografía borrosa tomada en 2011 por un guía indígena de la comunidad Siyaj Chan.
Alan Monroy-Ojeda, ecólogo de la Universidad Veracruzana y líder de la investigación, explicó que este avistamiento en las profundidades de la Selva Lacandona, Chiapas, es el resultado de nueve años de monitoreo colaborativo con comunidades locales, la CONANP y organizaciones como Natura Mexicana.
"Durante años la declaramos extinta aquí. Hoy podemos probar que aún lucha por sobrevivir", declaró Alan Monroy-Ojeda durante el festival.
Urgencia ambiental
A pesar de la esperanza que genera este hallazgo, los expertos advierten que la especie enfrenta amenazas críticas: su lenta reproducción (solo un huevo cada 2-3 años), la deforestación acelerada de la Lacandona, que pierde 4,000 hectáreas anuales, y la caza furtiva.
La selva, hogar del 33% de las aves y 25% de los mamíferos del país, según datos de Dimensión Natural, requiere protección inmediata para evitar que este regreso sea una mera casualidad.
Esperanza para el águila arpía
Este no es el único caso de resiliencia natural en la región. En 2020, un turista descubrió el primer nido registrado en México del águila azor blanco y negro, otra rapaz endémica cuya presencia era casi mitológica. La bióloga Fiorella Ortiz y el propio Monroy-Ojeda dedicaron tres años a estudiar su comportamiento, demostrando que la conservación comunitaria puede revertir tendencias.
El avistamiento del águila arpía es un llamado a reforzar la protección de los corredores biológicos y a impulsar políticas contra la deforestación. Para los científicos, su supervivencia dependerá de integrar el conocimiento indígena con la ciencia y de promover un turismo sostenible que financie proyectos locales.
Más que un ave, la arpía representa la salud de los ecosistemas tropicales. Su retorno, aunque frágil, prueba que aún hay tiempo para actuar.
Como testigo de excepción, el conservacionista Efraín Orantes Abadía lo resumió: "Después de 20 años, verla de nuevo hizo latir mi corazón como la primera vez".