En lo alto de las montañas del sureste mexicano, donde la neblina abraza los cerros y el tiempo parece avanzar más lento, habita una de las poblaciones más resilientes y longevas del país: los Mixes.
Aquí no es raro encontrar hombres y mujeres que superan los 90 años con una vitalidad que desafía las estadísticas nacionales.
En comunidades como Santa María Tlahuitoltepec o Tamazulápam del Espíritu Santo, personas mayores caminan grandes distancias a diario, cultivan sus propios alimentos y participan activamente en la vida comunal.
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Dieta milenaria, medicina viva
Una de las claves de esta longevidad parece estar en la alimentación tradicional, basada en maíz, frijoles, calabaza, quelites, chile y productos de la milpa. A diferencia de las zonas urbanas, el consumo de comida procesada es mínimo.
La gente sigue cocinando en casa, a leña, y con ingredientes cultivados en su propio terreno.
Además, la medicina tradicional sigue siendo parte esencial del cuidado de la salud. Curanderos y parteras utilizan plantas como el epazote, la ruda o el té de limón para tratar desde resfriados hasta problemas digestivos, reforzando el vínculo entre cuerpo, espíritu y entorno.
Comunidad, espiritualidad y paz interior
La vida en estas comunidades también está marcada por un profundo sentido de comunidad y propósito. Las personas mayores no son aisladas ni olvidadas, sino que ocupan un lugar central como sabios, consejeros y guardianes de la tradición.
Envejecimiento con dignidad
Según datos de la Dirección General de Población de Oaxaca, las regiones de la Sierra Norte y la Mixteca son las que tienen los mayores índices de envejecimiento en el estado, lo cual, lejos de ser un problema, refleja una calidad de vida excepcional en estas zonas indígenas.
Mientras el resto del mundo busca fórmulas para vivir más y mejor, la respuesta podría estar en las costumbres que estas comunidades han preservado por siglos.