En el marco de varias empresas declaradas en bancarrota en los últimos meses en Estados Unidos, es buena idea recordar la caída de uno de los pilares industriales de Monterrey, cuya historia refleja las transformaciones económicas globales del último siglo.
Fundada en 1909 como Vidriera Monterrey por el visionario Isaac Garza, la empresa Vitro nació para abastecer a la floreciente industria cervecera regiomontana, instalando tecnología pionera que incluía algunos de los primeros hornos automatizados del continente.
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De cuna industrial a multinacional
Tras superar los embates de la Revolución Mexicana, Vitro se convirtió en el siglo XX en un símbolo del capitalismo regiomontano, diversificándose más allá de los envases para convertirse en un conglomerado con presencia en 16 países.
Su modelo de integración vertical, desde la producción de materias primas hasta productos terminados, la posicionó como caso de estudio en escuelas de negocios.
El inicio del final de Vitro
La crisis comenzó a darse en 2009, cuando abandonó la Bolsa de Nueva York, seguido por el colapso de su filial española en 2012, víctima del derrumbe del sector construcción europeo. Pero el golpe definitivo llegó con su concurso mercantil en México, un proceso legal que, aunque resolvió localmente, generó disputas transfronterizas que debilitaron su estructura financiera.
La gran desintegración
En 2015 Vitro llegó a su ocaso, cuando Owens-Illinois, gigante estadounidense del vidrio, adquirió el 70% de sus operaciones. Esta transacción dejó a la empresa de vidrio regiomontana reducida a nichos específicos: envases para cosméticos y farmacéuticos, vidrio flotado y algunos segmentos industriales. Paradójicamente, regresó así a sus orígenes, aunque sin el esplendor de antaño.
Analistas identifican múltiples factores en su declive:
- Sobreexpansión internacional en mercados volátiles
- Rigidez ante cambios en los patrones de consumo
- Incapacidad para competir con gigantes globales mejor capitalizados
- Exposición a sectores cíclicos como la construcción
Hoy, la marca Vitro sobrevive como sombra de lo que fue, mientras sus antiguas instalaciones en Monterrey siguen produciendo vidrio, pero bajo el paraguas de capitales extranjeros. La empresa que alguna vez definió el skyline industrial regiomontano ahora representa un caso paradigmático de cómo la globalización reconfiguró el capitalismo mexicano.