Con la llegada de octubre y los primeros días de noviembre, miles de niños en todo México salen a las calles disfrazados de calaveras, catrinas o personajes terroríficos para pedir su “calaverita”. Aunque hoy en día la tradición se asocia con dulces y disfraces, su origen es mucho más antiguo y tiene un profundo significado ligado al Día de Muertos.
Una costumbre con raíces coloniales
De acuerdo con historiadores y cronistas, la costumbre de pedir calaverita se remonta a los tiempos coloniales. En aquel entonces, los niños solían recorrer los pueblos con pequeñas calabazas o chilacayotes huecos, iluminados con una vela, para pedir alimentos o limosnas que luego eran ofrecidos a las almas de los difuntos.
El gesto simbolizaba compartir con los muertos, una forma de mantener viva su memoria y asegurar que las ofrendas de cada familia fueran abundantes. Con el tiempo, esos alimentos fueron sustituidos por dulces y monedas, pero el espíritu de la tradición se mantuvo: dar y recibir como muestra de respeto hacia quienes ya partieron.
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El vínculo entre la “calaverita” y el Día de Muertos
Pedir calaverita forma parte de las celebraciones del 1 y 2 de noviembre, fechas en las que, según la tradición mexicana, las almas regresan al mundo de los vivos. Mientras los adultos preparan altares y decoran panteones, los niños recorren las calles diciendo frases como “¿me da mi calaverita?” o “¿me da para mi calaverita?”, recordando que la festividad es también una oportunidad para convivir, celebrar y honrar la vida.
En algunas comunidades, los niños todavía recitan versos tradicionales o “calaveras literarias” a cambio de los dulces, reforzando así la conexión entre la palabra, la muerte y el humor, tan característica de la cultura mexicana.
Entre la tradición y la influencia del Halloween
Con el paso del tiempo, la práctica de pedir calaverita se mezcló con la celebración del Halloween, proveniente de Estados Unidos. Aunque comparten similitudes, como el uso de disfraces y el intercambio de dulces, en México la “calaverita” conserva un sentido cultural y espiritual más profundo.
Mientras el Halloween se centra en lo fantástico o lo aterrador, la calaverita mexicana es una forma de recordar a los muertos con alegría y cariño, reafirmando el vínculo entre generaciones.
Una tradición que sigue viva
En barrios, escuelas y plazas públicas, cada año las calles se llenan de color, música y risas. Padres y maestros promueven esta costumbre para que los niños comprendan el significado del Día de Muertos más allá de los dulces.
Hoy, pedir calaverita no solo es una actividad divertida, sino también una oportunidad para transmitir identidad, cultura y memoria colectiva. Entre versos, disfraces y sonrisas, los más pequeños ayudan a mantener viva una de las tradiciones más entrañables de México.
