En el año 2000, el autismo se detectaba en aproximadamente uno de cada 150 menores en Estados Unidos, de acuerdo con los registros del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).
Dos décadas después, las cifras revelan un escenario distinto: para 2020 la proporción alcanzó uno de cada 36 niños, y en 2022 llegó a uno de cada 31, lo que significa que la frecuencia se ha multiplicado cerca de 4.8 veces en comparación con el inicio del milenio.
Autismo: un crecimiento de casi cinco veces en dos décadas
Este patrón, que se replica como referencia en otros países, refleja un cambio en la forma de identificar el trastorno del espectro autista.
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Especialistas en neurodesarrollo explican que este salto no implica necesariamente una mayor aparición de casos, sino una evolución en las herramientas de evaluación.
La recomendación de la Academia Americana de Pediatría de examinar a todos los infantes a los 18 y 24 meses, junto con la ampliación de los criterios diagnósticos en manuales clínicos, permitió reconocer manifestaciones más sutiles que antes pasaban inadvertidas.
A ello se suma la disminución del estigma social, que ha impulsado a más familias a buscar evaluaciones tempranas, incluyendo niñas y grupos étnicos previamente subdiagnosticados.
Tendencia creciente
Investigaciones recientes refuerzan esta tendencia. Un análisis de 2023 estimó un crecimiento de 317% en los diagnósticos desde el año 2000, equivalente a más de cuatro veces su prevalencia inicial.
En Europa, aunque los registros son menos uniformes, se observa un incremento sostenido que duplica los casos reportados en la última década, con una tasa cercana a uno de cada cien menores.
La ciencia coincide en que el autismo es un trastorno neurodesarrollamental multifactorial, vinculado a variaciones genéticas y a influencias ambientales como edad parental avanzada o ciertas complicaciones prenatales.
Ningún estudio serio ha encontrado relación con las vacunas. Por ello, los esfuerzos actuales se concentran en la detección oportuna y en intervenciones que favorezcan la calidad de vida, recordando que la expansión de diagnósticos de autismo responde, sobre todo, a una mejor comprensión de esta compleja condición.