Cuando era pequeña, Timmie Jean Lindsey no se miraba al espejo. No por falta de coquetería, sino porque en su humilde hogar de la Texas no tenía espejos.
A los 16 años tuvo su primer hijo, y con el tiempo vinieron seis más, tras un matrimonio fallido con un hombre alcohólico que la abandonó, cayó en una profunda depresión. Hasta aquí, su historia podría ser común en la Norteamérica rural de los años 60. Pero el destino le tenía reservado un lugar en la historia, todo gracias a un tatuaje.
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Tras enamorarse de un migrante mexicano, Fred Reyes, se tatuó unas rosas rojas en el pecho para disimular la flacidez de sus senos, cuando la relación terminó, quedó sola, con los tatuajes que le recordaban un amor pasado. Trabajando en una fábrica de electrónica con un sueldo de 40 dólares a la semana, recibió la oportunidad de un tratamiento gratuito en el Hospital Jefferson Davis.
Allí, el joven cirujano plástico Frank Gerow le propuso eliminar las rosas mediante abrasión y, a cambio, le pidió participar en un experimento para desarrollar un implante mamario destinado a mujeres con los pechos caídos tras múltiples partos.
Timmie aceptó la propuesta, pero puso una condición, quería corregir sus orejas prominentes. Gerow accedió y realizó ambas intervenciones en la primavera de 1962.
Era la primera vez que utilizaba implantes encapsulados de silicona; antes había probado inyecciones directas con resultados dolorosos y poco seguros. Tras la cirugía, Lindsey quedó satisfecha con los resultados, pero con los años experimentó dolor, endurecimiento de los pechos y problemas de salud asociados.
A mediados de los años 70, comenzaron a surgir dudas públicas sobre la seguridad de los implantes de silicona. Décadas después, en 1998, Dow Corning, fabricante de las prótesis, estableció un fondo de liquidación de 2.300 millones de dólares para casi 300,000 mujeres afectadas.
Lindsey decidió mantenerse fiel a su confianza en Gerow, testificando en su defensa ante una comisión del gobierno a cambio de una cantidad mínima.
Hoy, a sus 93 años, viuda y con 16 bisnietos, mantiene sus implantes originales, siente dolor frecuente y teme a nuevos procedimientos quirúrgicos. A pesar de ello, afirma con orgullo que es pionera en el mundo de la cirugía estética.
Fui pionera en el campo de los implantes, algo que ha beneficiado a miles de mujeres.
La historia de Timmie Jean Lindsey no solo relata un procedimiento quirúrgico, sino la valentía de una mujer que abrió camino a millones, dejando un legado que sigue vigente más de seis décadas después.
Su decisión pionera cambió la cirugía estética para siempre, y su nombre quedó grabado en la historia de la medicina.