Donald Trump, acompañado por la primera dama Melania y el gobernador Greg Abbott, acudió al estado una semana después del desastre.
Durante su recorrido, ofreció condolencias a las víctimas y evitó hacer autocrítica sobre la capacidad federal para prevenir y responder ante fenómenos naturales. La reacción contrasta con críticas pasadas que lanzó a otros gobernadores en contextos similares.
Trump llega a la zona de las inundaciones en Texas
La visita del expresidente Donald Trump a Kerrville, donde murieron al menos 121 personas tras el desbordamiento del río Guadalupe, coincidió con crecientes cuestionamientos sobre los recortes presupuestales aplicados durante su gobierno a organismos clave como el Servicio Meteorológico Nacional y la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA).
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Mientras el exmandatario destacaba la “colaboración ejemplar” con autoridades estatales, los reportes señalaban que más de 170 personas seguían desaparecidas y que la alerta de evacuación en Kerr County se emitió más de 90 minutos después de ser solicitada.
A esto se suma la incertidumbre sobre el futuro de FEMA, agencia que Trump ha amenazado con desmantelar, y cuyos recursos fueron mermados significativamente bajo su administración.
El silencio presidencial sobre la lenta reacción local y la reducción de fondos a programas de previsión meteorológica ha provocado indignación entre expertos y sectores civiles. A ello se añade el hecho de que algunas de las regiones más afectadas son bastiones republicanos que votaron a favor de Trump en 2024.
Si bien el expresidente extendió la declaración de emergencia y prometió apoyo inmediato, la infraestructura debilitada por decisiones ejecutivas pasadas complicó la llegada oportuna de ayuda.