El estado de Washington se encuentra en medio de un conflicto sin precedentes entre el Gobierno local y la Iglesia Católica. ¿La razón? Una nueva ley que entrará en vigor el próximo 27 de julio exige que los sacerdotes denuncien cualquier caso de abuso infantil, incluso si esa información fue revelada durante la confesión.
Este punto ha desatado un fuerte debate, si un sacerdote obedece la ley y rompe el secreto de confesión, podría ser excomulgado automáticamente por su Iglesia. Pero si decide guardar silencio, estaría violando la ley y podría enfrentar sanciones legales, como la prisión.
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La confesión, uno de los sacramentos más sagrados del catolicismo, ha sido protegida durante siglos por el sigilo sacramental, lo que significa que lo dicho en ese espacio es absolutamente confidencial, romper ese secreto se considera una falta gravísima que solo el papa puede perdonar.
Desde la Iglesia, se advierte que esta ley pone a los sacerdotes en una posición imposible: elegir entre su fe o la ley. Por eso, algunos están recibiendo capacitación legal para resistir sin comprometer sus creencias.
Sin embargo, grupos que defienden los derechos de los niños aplauden la medida y aseguran que ninguna institución, ni siquiera religiosa, debe estar por encima de la protección de los menores.
El debate sigue creciendo, y mientras tanto, los sacerdotes de Washington se preparan para lo que podría ser una de las decisiones más difíciles de su vida.