El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, anunció un movimiento sorpresivo que podría cambiar el rumbo del comercio internacional: Washington y Pekín han acordado reducir en un 115% los aranceles que se imponían mutuamente.
Esto significa que, durante los próximos 90 días, los productos importados desde China pagarán un arancel del 30%, mientras que las mercancías estadounidenses que lleguen al país asiático estarán sujetas a un 10%. Aunque los porcentajes aún parecen elevados, representan una disminución significativa frente a los niveles que manejaban previamente, cuando las tensiones comerciales mantenían los costos de importación por las nubes.
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Este pacto temporal se da en medio de un clima de mayor apertura y optimismo, ya que ambas potencias retomaron el diálogo tras meses de tensiones y sanciones mutuas. El acuerdo no es definitivo, pero estos 90 días se perfilan como una ventana clave para lograr una desescalada permanente.
Un punto particularmente novedoso que se abordó durante las conversaciones del fin de semana fue el tema del fentanilo, el potente opioide que ha causado una crisis de salud pública en Estados Unidos.
Según el alto representante comercial Jamieson Greer, por primera vez se discutió de forma directa con China la necesidad de frenar la producción y exportación ilegal de los químicos precursores que permiten su fabricación.
Estados Unidos exigió a China medidas más estrictas y contundentes para controlar este flujo, que ha sido señalado como uno de los factores clave en la proliferación del fentanilo en territorio estadounidense.
Aunque todavía queda camino por recorrer, esta ronda de negociaciones marca un giro esperanzador para la economía global… y quizás también para la salud pública. Las próximas semanas dirán si se trata solo de una tregua temporal o del inicio de una nueva etapa entre las dos superpotencias.