El punto de entrada hacie Estados Unidos, vital para el flujo comercial entre México y Estados Unidos, está siendo escenario de un fenómeno económico poco visible pero cada vez más costoso: mercancía que, aunque ensamblada en territorio mexicano, es tratada por las aduanas estadounidenses como si proviniera de Asia, y por ello paga altos aranceles.
Esto sucede con productos como refrigeradores, computadoras portátiles, televisores, minisplits y otros electrodomésticos que se exportan desde México pero incluyen piezas clave de origen chino, vietnamita o surcoreano.
Aparatos de México hacia EU
A los ojos del sistema aduanal estadounidense, la nacionalidad de los insumos pesa más que la del ensamblaje final, invalidando el beneficio arancelario prometido por el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
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La raíz del problema está en la falta de cumplimiento de las reglas de origen, un conjunto de criterios técnicos que exigen cierto contenido regional, transformación sustancial y clasificación arancelaria específica.
Si una televisión fabricada en México incluye un panel coreano, por ejemplo, puede ser clasificada como no originaria del T-MEC y enfrentarse a tarifas onerosas, como si hubiera salido directamente desde Seúl o Shanghái.
Los efectos son inmediatos: incrementos muy altos en los precios finales, pérdida de competitividad y complicaciones legales para las empresas que no certifican correctamente el origen de sus productos.
La mercancía que transita por los puentes internacionales deja de ser una ventaja de ahorro y se convierte en un dolor de cabeza por el precio alto.