Estados Unidos bombardeó Siria como respuesta a la muerte de soldados estadounidenses, en una operación aérea dirigida contra posiciones vinculadas al extremismo armado.
El gobierno de Washington dejó claro desde el inicio que la acción tiene un carácter punitivo y busca enviar un mensaje de disuasión, no abrir un nuevo frente bélico en la región.
Estados Unidos bombardea Siria
La decisión fue anunciada por el presidente Donald Trump, quien explicó que los ataques se ordenaron tras un atentado ocurrido a mediados de diciembre en las cercanías de Palmira.
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En ese hecho perdieron la vida dos integrantes del ejército estadounidense y un civil que colaboraba como traductor. La Casa Blanca calificó el episodio como un acto brutal y atribuyó la autoría a células del autodenominado Estado Islámico.
De acuerdo con autoridades militares, la ofensiva, denominada Operación Ataque Hawkeye tuvo como objetivo campamentos, rutas logísticas y depósitos de armamento utilizados por ese grupo insurgente.
Aviones de combate, helicópteros artillados y otros recursos estratégicos participaron en la misión, coordinada por el Comando Central de Estados Unidos. Hasta ahora, el Pentágono no ha divulgado cifras oficiales sobre daños o víctimas, argumentando que las revisiones siguen en proceso.
Sanción directa
El secretario de Defensa, Pete Hegseth, subrayó que la intervención debe entenderse como una sanción directa. Según sus palabras, cualquier agresión contra ciudadanos estadounidenses tendrá consecuencias inmediatas, sin importar el lugar donde ocurra. Funcionarios de alto nivel insistieron en que no se trata de una escalada militar prolongada.
La emboscada que detonó la respuesta ocurrió durante una patrulla conjunta con fuerzas locales. El atacante fue abatido en el sitio, pero Washington advirtió que responderá con más acciones si se repiten agresiones similares.
