Tener un chicle a la mano parece algo inofensivo, lo masticamos para despertar la mente, refrescar el aliento o simplemente entretenernos. Sin embargo, cuando se convierte en un hábito excesivo, puede traer consecuencias para la salud bucal y general que conviene conocer.
Un estudio publicado en Journal of Oral Rehabilitation encontró que masticar chicle en exceso puede causar dolor en la articulación temporomandibular.
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Masticar por largos periodos pone a trabajar sin descanso los músculos de la articulación témporo-mandibular (ATM). Esto puede generar dolor en la mandíbula, desgaste dental, problemas de cierre bucal y tensión en cuello o cabeza.
Estudios clínicos advierten que la sobrecarga de la ATM puede derivar con el tiempo en disfunción articular, un problema que afecta tanto la movilidad como la comodidad al masticar.
Acidez y reflujo
Aunque el chicle sin azúcar ayuda a neutralizar ácidos, masticarlo en exceso puede hacer que traguemos aire, provocando hinchazón, gases y molestias estomacales. Además, al masticar sin ingerir alimentos, el estómago produce jugos gástricos que no se usan, aumentando el riesgo de acidez o reflujo, especialmente si se consume antes de cada comida.
El chicle sin azúcar estimula la saliva y protege la boca, pero el exceso o el uso de chicle azucarado incrementa el riesgo de caries, desgaste del esmalte y acumulación de placa bacteriana. También puede afectar rellenos, coronas o aparatos de ortodoncia debido al movimiento constante y la presión que ejerce al masticar.
Beneficios del chicle con moderación
Masticar chicle de manera moderada puede tener ventajas importantes:
- Estimula la producción de saliva, limpiando la boca y previniendo caries
- Mejora la concentración y reduce el estrés, liberando tensión mientras mantiene el cerebro activo
- Refresca el aliento y puede ayudar a controlar el apetito temporalmente, evitando el picoteo entre comidas
Masticar chicle puede ser un aliado para la concentración y la salud bucal, pero la clave está en la moderación, lo que parece un hábito inofensivo puede convertirse en un riesgo si se exagera.
