En 1976, un misterioso brote de neumonía entre veteranos de guerra reunidos en Filadelfia, Estados Unidos, alertó a la comunidad médica internacional. La causa fue descubierta meses después: una bacteria desconocida hasta entonces, la Legionella pneumophila. Desde ese hallazgo, la llamada legionelosis o “enfermedad del legionario” se ha convertido en una de las infecciones respiratorias más vigiladas del mundo.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), esta enfermedad puede variar desde cuadros leves de fiebre hasta neumonías graves que pueden ser mortales. La bacteria se multiplica en aguas templadas y estancadas, como las que se encuentran en sistemas de tuberías, torres de refrigeración o enfriadores evaporativos, y se transmite al inhalar diminutas gotas de agua contaminadas.
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Nueva York, epicentro del brote actual
En Estados Unidos se estiman más de 25 mil casos de legionelosis al año, y Nueva York es una de las ciudades más afectadas. Recientemente, autoridades sanitarias confirmaron un brote en el barrio de Harlem, donde al menos siete personas han muerto y más de un centenar resultaron infectadas.
El origen del brote se asocia con las torres de refrigeración de algunos edificios, las cuales liberan vapor contaminado que se dispersa en el aire. Los expertos advierten que la degradación del agua natural en la ciudad y el mal mantenimiento de los sistemas de enfriamiento han creado un entorno ideal para la proliferación de la bacteria.
Un riesgo mayor para los más vulnerables
Aunque la mayoría de las personas sanas pueden superar la infección, los adultos mayores, niños y personas inmunodeprimidas enfrentan mayores riesgos. En Estados Unidos, se registran unas 5 mil muertes anuales por legionelosis, sobre todo en barrios de bajos recursos donde los sistemas de refrigeración son antiguos y carecen de mantenimiento adecuado.
Tras un brote ocurrido en 2015, las autoridades locales aumentaron las inspecciones de estos sistemas; sin embargo, la frecuencia de las revisiones ha disminuido.
Además, el cambio climático podría agravar la situación, ya que el aumento de temperaturas genera una mayor demanda de aire acondicionado y, por tanto, más condiciones propicias para la bacteria.
La Agencia de Protección Ambiental (EPA) advierte que las comunidades más pobres son las más expuestas a los efectos del clima extremo y a enfermedades infecciosas como esta.
