TRADICIÓN

Historias de Nuevo Laredo: Flor vende vestuarios típicos desde hace más de 20 años

Los atuendos que ofrece la señora Flor Ruiz Moreno llegan principalmente de Michoacán y Puebla, así como Oaxaca, estados reconocidos por riqueza textil

La historia de Flor comenzó, vendiendo ropa artesanal con aplicaciones y cobertores.
La historia de Flor comenzó, vendiendo ropa artesanal con aplicaciones y cobertores.Créditos: Emma Treviño
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Entre los pasillos del tradicional mercadito de Nuevo Laredo, donde el bullicio de los autos se mezcla con el colorido de los puestos, Flor Ruiz Moreno lleva más de dos décadas dando vida a una de las tradiciones más representativas de México: la vestimenta típica.

“En este mercadito tengo como unos 20 años”, comentó sonriente, mientras acomoda vestidos bordados y faldas de listones que cuelgan junto a ponchos y sarapes. Su historia comenzó vendiendo ropa artesanal con aplicaciones y cobertores. Con el tiempo, los clientes fueron pidiendo “falditas mexicanas” y trajes típicos, y así Flor fue adaptando su negocio a la demanda. “Antes vendíamos de todo: cobijas, ponchos, sarapes. Todo se vendía muy bien. Pero la gente empezó a pedir los trajecitos y pues le fuimos metiendo”, recordó.

Los vestidos que ofrece llegan principalmente de Michoacán y Puebla, estados reconocidos por su riqueza textil. “De allá me los envían mis proveedores de hace muchos años”, mencionó. Comentó que además de vestidos, tiene los sombreros de Francisco Villa, Emiliano Zapata, sin faltar los de charros, además de sarapes, cintillos, carrilleras, huaraches, entre otros.

Entre las prendas más solicitadas están los vestidos de Puebla y Oaxaca, tejidos a mano, que atraen tanto a clientes locales como del otro lado de la frontera. “Me compran más de Texas que de Nuevo Laredo. Aquí casi no, salvo en fechas especiales como el Día de las Madres o las Fiestas Patrias”, dijo Flor. Sin embargo, el panorama no siempre es fácil. Reconoció que las ventas bajan después de septiembre y que a veces debe ausentarse algunos días por la falta de movimiento.

“Eso es lo malo, no hay ventas. Pero si alguien me llama, vengo a la hora que sea. Cuando se trata de negocios, cualquier hora es buena”, aseguró entre risas. Eso sí, hay costos para todo bolsillo, dependiendo la talla y la prenda que la persona elija, pues cambia su valor; hay prendas sencillas sin bordado y otras bien laboriosas.

Su local, identificado simplemente como el número 3 en la calle Ocampo, color verde limón, se mantiene como un rincón donde la identidad mexicana sigue viva a través de telas, listones y bordados. Aunque no cuenta con redes sociales, Flor confía en sus clientes de siempre y en los que llegan recomendados. La pandemia, reconoció, fue uno de los momentos más difíciles. “Vendí, bendito Dios, pero como la mitad. Ya hay mucha competencia y las redes sociales también nos afectaron”, refirió.

Aun así, Flor Ruiz sigue al pie del mostrador, convencida de que su trabajo es más que un negocio: es una forma de preservar la cultura. “Son altas y bajas, así es el comercio. Pero aquí seguimos, aguantando”, expresó con una sonrisa, mientras acomoda un vestido de listones que viajó desde Michoacán para vestir de México a quien lo lleve puesto.