La iglesia emergida del Río Bravo es hoy un emblema de resistencia y romanticismo en la frontera tamaulipeca. Este templo, edificado en el siglo XIX, sobrevivió a la inundación que cubrió al antiguo poblado de Guerrero Viejo tras la construcción de la Presa Falcón en 1953.
Durante más de cuatro décadas, sus muros permanecieron ocultos bajo el embalse binacional, hasta que el descenso del nivel de agua en los años noventa permitió que su silueta renaciera frente al desierto, convirtiéndose en un ícono histórico y turístico.
La iglesia que emergió de las aguas del Río Bravo
Su pasado colonial le otorga una mística particular. Fundada originalmente en 1750 como un asentamiento fronterizo, la antigua villa prosperó como enlace comercial entre México y Texas, hasta que el progreso hidráulico obligó a trasladar a sus habitantes a la actual Nueva Ciudad Guerrero.
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La iglesia, dedicada a Nuestra Señora del Refugio, fue la única construcción que emergió casi intacta, preservando en su fachada una línea de agua que testimonia su tiempo de exilio subacuático.
Su restauración, que conserva su esencia original, permite a visitantes y parejas de novios adentrarse en un ambiente que combina historia, naturaleza y misterio.
Rodeada de calles empedradas, casas derruidas y el inmenso horizonte del Río Bravo, la iglesia ofrece una atmósfera cinematográfica que atrae a fotógrafos, viajeros y enamorados que buscan una experiencia irrepetible.
Casarse en este escenario implica más que una ceremonia; es sellar un compromiso bajo un símbolo histórico. Las bodas en este recinto se han convertido en tendencia para quienes buscan originalidad y un toque de aventura.
La advocación mariana de “Refugio” otorga un significado de protección que muchas parejas interpretan como un augurio de amor duradero.
La iglesia emergida del Río Bravo resguarda un pasado de esplendor y abandono, que inspira nuevas historias de unión, reafirmando que el amor, como sus muros, puede resistir incluso las aguas más profundas.