Quien vea por primera vez los alrededores del Río Bravo en Nuevo Laredo podría suponer que su suelo no tiene potencial agrícola. La imagen predominante es la de un terreno seco, con escasa vegetación y climas extremos.
Sin embargo, esta frontera tamaulipeca guarda un secreto bajo su apariencia: una capacidad productiva que florece con dedicación y agua suficiente. Las orillas del Bravo en Nuevo Laredo es, contra todo pronóstico, tierra fértil.
¿Qué frutas se pueden sembrar en el Río Bravo?
Lejos de ser solo una ciudad industrial o de comercio, este municipio fronterizo alberga tierras adecuadas para el cultivo en el margen del afluente que divide a México y Estados Unidos, además en patios, solares y parcelas también una sorprendente variedad de cultivos.
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La gente que conoce y trabaja la tierra lo sabe: con esfuerzo, aquí se logran cosechas de cilantro, chile, tomate, zanahoria, maíz, sorgo, trigo y cebada. La clave está en aplicar técnicas de riego adecuadas y en aprovechar los nutrientes presentes en el subsuelo cercano al Río Bravo.
La fertilidad también se expresa en la abundancia de árboles frutales en áreas urbanas y suburbanas. Higos, granadas, moras, nueces, limones, naranjas y mandarinas son comunes en los patios.
Y hay más: la papaya crece con facilidad en tierra húmeda; incluso frutas de origen tropical como el aguacate, el mango, el tamarindo y la guayaba encuentran aquí condiciones favorables. El melón y la sandía, aunque requieren mayor espacio, prosperan bien en terrenos amplios.
Cultivar es gratificante
El clima exigente no impide que florezca una agricultura adaptada y variada. De hecho, muchos habitantes han aprendido a ver en la tierra de Nuevo Laredo un reto superable y una fuente de satisfacción.
Cultivar no es solo posible, sino gratificante. La presencia del Río Bravo y los conocimientos transmitidos de generación en generación permiten convertir el trabajo agrícola en una tradición.