Sabores que ya no vuelven es una frase que resume la emoción compartida por muchos neolaredenses al recordar aquellos sitios donde los aromas, los sabores y los encuentros familiares eran parte esencial del día a día.
El cierre de negocios históricos como Tortas Hawaii, Helados Bing o El Tokio dejó un vacío difícil de llenar en el corazón y en el paladar de varias generaciones.
Nostalgia por los restaurantes desaparecidos de Nuevo Laredo
Quienes crecieron en la ciudad a finales del siglo XX difícilmente olvidan el sabor único de una torta Hawai, rellena de jamón, piña y queso fundido.
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Cada receta tenía su personalidad: la Vallarta con fajita de res, o la especialidad Cancún con pollo y queso Oaxaca. “Nunca ha habido algo igual”, aseguran antiguos comensales, para quienes este lugar fue mucho más que un punto de comida rápida.
Otro clásico fue Helados Bing, cuyas copas alargadas de cristal, con nieve y galletas tipo popote, dejaron una huella indeleble. Aquella experiencia sensorial difícilmente ha sido igualada por otras heladerías. Su historia, ligada a la marca Holanda y al Grupo Quan, terminó con la adquisición de su operación por Unilever a finales de los noventa.
También hubo espacios como El Tokio, donde el ambiente familiar y los huevos rancheros ganaban aplausos unánimes. Era común acudir después del baile, cerrar la noche con una buena cena, y sentirse bien atendido en un sitio impecable.
Su sabor perdura en la memoria
Por otra parte, una marca inolvidable es Pollitos Memo, con su sabor casero, deleitaba a los clientes con hamburguesas, ensaladas y pollos dorados. O El Rincón del Viejo, donde las mini gorditas y el cabrito jugoso eran parte de las reuniones dominicales.
Hoy, aunque sus locales han desaparecido o han sido reemplazados, su legado perdura en anécdotas, fotografías y conversaciones.
Y es que los sabores que ya no vuelven forman parte de la identidad emocional de una ciudad que, a través de la comida, también recuerda su historia.