El Río Bravo se extiende como un afluente aparentemente apacible que divide México y Estados Unidos, pero su naturaleza real es mucho más peligrosa de lo que su aspecto sugiere.
Quienes se dejan llevar por su quietud superficial desconocen que bajo esa apariencia se esconde una fuerza impredecible capaz de arrastrar sin aviso a cualquier persona o embarcación ligera.
En el fondo del Río Bravo
Detrás de esa falsa calma existen potentes corrientes subterráneas que varían con las temporadas y con el manejo de las presas que lo alimentan, como La Amistad y Falcón.
Te podría interesar
En cuestión de minutos, un cauce tranquilo puede transformarse en un torrente de aguas turbias y profundas. A ello se suma un lecho irregular, cubierto por rocas, ramas y bancos de arena movedizos que atrapan con facilidad a quien intenta cruzarlo sin conocer su comportamiento.
Las lluvias en la región fronteriza agravan el riesgo: una tormenta a kilómetros de distancia puede elevar su nivel de manera repentina.
La contaminación y los desechos arrastrados por el flujo también disminuyen la visibilidad, aumentando las probabilidades de accidentes fatales.
Error confiarse
Pese a que el río es angosto en varios tramos, esa misma característica induce al error a quienes buscan atravesarlo, especialmente migrantes que lo consideran una vía sencilla hacia el norte.
Durante 2025, las autoridades de Protección Civil y Bomberos de Nuevo Laredo han confirmado tres fallecimientos por ahogamiento en el tramo compartido con Laredo, Texas.
Aunque la cifra representa una disminución considerable respecto a años anteriores (en 2024 se documentaron ocho casos), las instituciones locales advierten que la amenaza persiste. Las campañas de prevención y el refuerzo de vigilancia fronteriza han reducido los intentos de cruce, pero no han eliminado el peligro.
El Río Bravo, con su apariencia serena y su leve corriente engañosa, es un ejemplo de cómo la naturaleza puede ocultar su furia bajo una aparente tranquilidad.
