CARTA

En defensa de la libertad de prensa: Enrique Flores Magón

Esta carta es un documento histórico compartido a El Mañana de Nuevo Laredo por Diego Flores Magón, bisnieto de Enrique Flores Magón

En defensa de la libertad de prensa
En defensa de la libertad de prensaCréditos: El Mañana de Nuevo Laredo
Por
Escrito en NUEVO LAREDO el

TOMO de “Prensa Gráfica”, diario vespertino metropolitano, la siguiente noticia que lleva el mismo encabezado que este artículo y que fue publicado el 18 del presente mes de julio:

"Días pasados en la ciudad de Nuevo Laredo, Tamps., un grupo de pistoleros tiroteó la casa habitación del señor Heriberto Deándar Amador, director del diario independiente de aquella localidad, “El Mañana”. Este hecho no es sino uno más en la serie de agresiones que se están cometiendo contra algunos periodistas de Nuevo Laredo por los caciques de aquella localidad, que no toleran la gallarda actitud de nuestros compañeros, al denunciar públicamente las inmoralidades de quienes han convertido la ciudad en un gran centro de lenocinio, únicamente con el objeto de sacar provecho a la estancia de los soldados norteamericanos que pasan la frontera para disfrutar de su permiso.

Esta situación de violencia dura desde hace bastantes semanas, y es urgente que las autoridades centrales hagan entrar en orden a los caciques de Nuevo Laredo que, al amparo de las ganancias ilícitamente obtenidas con una conducta inmoral, creen tener impunidad para atacar uno de los derechos más importantes de cuantos se encuentran establecidos por la ley: la libertad de prensa.

Hasta ahí lo que dice mis queridos compañeros redactores de “Prensa Gráfica”, de cuya indignación me hago solidario cordialmente.

Abundó, además y muy sinceramente, en sus opiniones, como en su sentir.

Es vergonzoso y dañoso, para un régimen revolucionario, contar en un seno autoridades que no son solamente liberticidas, sino que hasta están constituidas por degenerados “souteneurs”.

Analicemos el caso.

El delito del compañero Heriberto Deándar Amador es uno de los más graves que puede cometer un hombre y, sobre todo, si es periodista, según el criterio de cualquier caciquillo pueblerino, que se siente señor feudal, todavía, como en “los buenos tiempos de don Porfirio”, es el decir la verdad y descubrirle sus podridas a esos señores de horca y cuchillo, que creen que la revolución se hizo para el libre mangoneo de malandrines.

Olvidan esos tiranuelos qué la Revolución está en el receso solamente, mientras que el pueblo descansa y recupera fuerzas, para seguir adelante.

A ese descanso tan necesario para los pueblos como para el individuo, tras ruda labor, se debe el presente estado de tranquilidad y paz internas, dentro del cual prosigue su marcha la Revolución, por la lenta vía evolutiva. No obliguemos al pueblo a empuñar el fusil nuevamente antes de tiempo. Es peligroso.

El individuo es tremenda mente conservador. Tanto así que en ocasiones llega al grado de perder, en mucho, su sentido de civismo, de dignidad y de decoro personal. Naturalmente que estoy hablando de generalidades de fenómenos psicológicos que afectan a las mayorías. De ahí viene de esa catalepsia moral, el encumbramiento de tiranos y de tiranuelos, de caciquillos y de pequeños déspotas, en todos los órdenes de la vida humana, que el pueblo soporta hasta que le colman la paciencia, como aconteció en 1906-1908 y 1910. El pueblo es paciente pero...

Naturalmente que hay acepciones (sic). Una de ellas, muy honrosa, en Nuevo Laredo, es Heriberto Deándar Amador. Y en vez de levantarle un monumento a esa joya cívica, los cobardes caciques locales, mandan pistoleros a balacearle la casa, con la esperanza de eliminarlo y acallar su voz acusadora, de hombre viril y digno, celoso del honor y decoro de la colectividad.

Antójaseme que estamos todavía en la odiosa era porfiriana cuando hablar significaba muerte segura; y cuando se hablaba a los caciques sombrero en mano y vista al suelo.

Y antojáseme preguntar: ¿De dónde han salido esos cafres, o sea esos caciquillos neolaredenses? ¿Creen acaso los distinguidos “souteneurs” que todo queda arreglado con asesinar a Heriberto Deándar Amador?

Desengáñense esos alumnos de Hitler y de Hirohito de que estamos viviendo ya en otros tiempos, en los cuales, que el pueblo ya probó su fuerza y en los que se habla tanto de Democracias, que ya no es muy saludable ser cacique y, mucho menos, teniendo la lacra social de vivir y lucrar con el comercio de esclavas blancas.

Si vergüenza tuviesen en sus caciquillos neolaredenses, ocultarían sus caras de vaqueta en la cloaca más inmediata, en vez de perseguir a Deándar Amador.

* * *

“Es inviolable la libertad de escribir… Ninguna ley ni autoridad puede… coartar la libertad de imprenta…

¿Acaso los caciquillos neolaredenses no conocen esos preceptos constitucionales? ¿O se creen muy por encima de todo?

¿No saben que la conquista de esa libertad y de los demás derechos del hombre, nos costaron raudales de sangre, durante el período armado de nuestra Revolución Social?

¿Ignoran, acaso, que nos hemos detenido dentro de este período constitucional, no porque estemos satisfechos con lo ganado, sino porque estamos tomando un reposo ligero -históricamente hablando-, antes de emprender la jornada nuevamente y a paso veloz?

¿Son, también, tan estultos, que no comprenden que sus desmanes y poca vergüenza; mejor dicho, ninguna vergüenza, sirven para precipitar la hora de las reivindicaciones humanas?

¿Son o se hacen?

Si en las duras épocas porfirianas -duras por la tiranía imperante y, también, por el servilismo, la cobardía y la indiferencia reinantes entonces-, se logró que el pueblo levantarse la cabeza, aunque ello nos costó a los Precursores de la Revolución dieciocho años de ruda brega y diario peligro de la vida, antes que surgiese el señor Madero, ahora no se necesitarán tantos años de vejaciones para alentar al pueblo a tomar las armas nuevamente. ¡Y ….. de los que hoy a buscamos!

No saben, pues, estos tiranuelos estultos, de chamarra y sombrero tejano, que están provocando y precipitando la hora de que el proletariado reanuda su marcha, arma al brazo, hacia su completa emancipación.

Lo que no es conveniente todavía, porque es preciso ahorrar sangre. Cuando ésta se derrame, que sea para llegar, de veras, al final de la jornada.

Lic. Enrique Flores Magón