En la búsqueda de evitar infecciones en espacios sanitarios públicos, muchas personas optan por no sentarse en la taza del baño y prefieren orinar en cuclillas, lo que coloquialmente se conoce como posición “de aguilita”.
Aunque esta postura puede parecer una estrategia prudente frente al temor de gérmenes, la evidencia médica apunta en dirección contraria: esta costumbre compromete directamente la función de la vejiga y el sistema urinario.
La salud por ir al baño 'de aguilita'
Expertos en urología coinciden en que mantener los músculos tensos durante la micción interfiere con el vaciado completo de la vejiga.
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Los urólogos señalan que esta contracción postural entorpece el flujo urinario natural, lo que puede derivar en interrupciones al orinar, molestias pélvicas e incluso en casos de retención urinaria aguda. Esta condición no solo genera dolor, sino que puede afectar la capacidad funcional de la vejiga a largo plazo.
Además, adoptar esta postura con regularidad favorece la aparición de infecciones urinarias recurrentes y, en escenarios más graves, puede derivar en problemas como el reflujo vesicoureteral o la hinchazón renal, condiciones que deterioran progresivamente la salud renal.
Las fisioterapeutas especializadas en piso pélvico advierten también sobre el impacto negativo en esta estructura muscular, fundamental para el control vesical y el sostén de órganos internos.
La piel, poderosa barrera
Contrario al miedo popular, especialistas en enfermedades infecciosas explican que la piel intacta actúa como una poderosa barrera ante microorganismos.
De hecho, la posibilidad de contraer una enfermedad grave por sentarse en un excusado limpio es remota. La mayoría de las superficies cotidianas, como teclados, celulares o llaves, albergan una mayor densidad de bacterias.
La lección es clara: el verdadero riesgo no es sentarse, sino perpetuar el mito de que hacer de “aguilita” en baños públicos protege tu salud.