México, reconocido mundialmente por su biodiversidad, no solo es hogar de especies emblemáticas como el jaguar o el axolote, sino también de animales tan curiosos y sorprendentes que parecen salidos de otro mundo.
En sus variados ecosistemas desde selvas tropicales hasta desiertos áridos habitan criaturas que pocos han tenido la fortuna de conocer y que despiertan fascinación por su aspecto y comportamiento único.
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Uno de estos ejemplos es el Ajolote de Xochimilco, conocido científicamente como Ambystoma mexicanum. Esta salamandra, con su aspecto casi prehistórico y sus branquias externas plumosas, tiene la capacidad asombrosa de regenerar extremidades completas y órganos vitales, un don que la ciencia estudia con gran interés para la medicina regenerativa.
Aunque es famoso, su población está en grave peligro debido a la contaminación y urbanización de su hábitat.
En el corazón de la Sierra Madre Occidental, habita el Monito del monte mexicano (Dromiciops gliroides), un pequeño marsupial que parece salido de una película de ciencia ficción.
Este mamífero nocturno, que se alimenta de insectos y frutas, es un “fósil viviente” con ancestros que se remontan a millones de años. Su singular biología y su rol ecológico como dispersor de semillas lo hacen indispensable para la conservación de los bosques templados.
En las profundidades de las cavernas de México, se encuentra el pez ciego de la cueva (Astyanax mexicanus), una especie que ha perdido la vista y pigmentación a lo largo de su evolución debido a la oscuridad perpetua donde vive.
Este pez es un fascinante ejemplo de adaptación extrema, y su estudio ayuda a entender procesos evolutivos y genéticos.
México también es hogar de insectos únicos, como el escarabajo pelotero gigante (Phanaeus vindex), cuyas brillantes tonalidades metálicas parecen sacadas de una película futurista.
Estos insectos juegan un papel fundamental en el reciclaje de nutrientes en el suelo.
Estas criaturas son solo una pequeña muestra del vasto y extraño reino animal que habita México, recordándonos que nuestro planeta aún guarda maravillas inesperadas.
Proteger sus ecosistemas es clave para que estos “animales de otro planeta” sigan sorprendiendo a generaciones futuras.