El Estadio Azteca, catedral del fútbol mexicano, está a punto de marcar historia al convertirse en el primer recinto en albergar tres inauguraciones de Copas del Mundo: 1970, 1986 y ahora 2026. Sin embargo, una inesperada carta del primer ministro canadiense, Mark Carney, amenaza con arrebatarle esa gloria.
En una misiva dirigida a la FIFA, Carney argumenta que la seguridad en Ciudad de México está comprometida por la creciente violencia y recientes protestas sociales, que han dejado zonas emblemáticas como la Roma y la Condesa en estado de alerta, además de episodios violentos en rutas clave hacia el estadio.
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Esta presión diplomática pone en duda que México pueda ser sede del esperado partido inaugural, una joya para cualquier país anfitrión.
El contexto no es menor, hace apenas días se registraron asesinatos de colaboradores del gobierno local en zonas cercanas al Azteca, lo que añade un tinte de inquietud política y social a la organización del evento.
Mientras tanto, la FIFA y las autoridades mexicanas guardan silencio, pero en el ambiente flota la posibilidad de un cambio de sede que podría ser un golpe duro para la afición mexicana y para la historia del fútbol.
México no solo busca renovar el Azteca para el Mundial, sino que quiere refrendar su poderío cultural y deportivo frente al mundo. La decisión final podría depender más de la política y la seguridad que del amor por el deporte.
¿Se mantendrá la tradición o Canadá logrará dar la sorpresa y mover la inauguración a sus tierras? La respuesta podría cambiar el rumbo del Mundial antes de que comience.