Una especie endémica de las cuencas hídricas del norte de México y el suroeste de Estados Unidos, ha dejado de existir en aguas mexicanas.
Su desaparición es un presagio del colapso ecológico que se avecina sobre el río Bravo, un cauce que ha pasado de sostener comunidades y ecosistemas a convertirse en un símbolo de escasez.
El pez milenario extinto del río Bravo
El descenso del nivel del río no es un evento aislado ni súbito. Desde hace décadas, la cuenca del Bravo ha sido víctima de sobreexplotación agrícola, desarrollo urbano desmedido y decisiones políticas inconsistentes en ambos lados de la frontera.
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La falta de una política binacional eficaz ha permitido la construcción de represas, desvíos y canales que han reducido su caudal a mínimos históricos.
La carpa chamizal, de apenas ocho centímetros de longitud, era uno de los habitantes más comunes del río. Sin embargo, las alteraciones en su entorno natural, la introducción de especies exóticas y la fragmentación de su hábitat contribuyeron a su declive acelerado.
El calentamiento global, al modificar los patrones de lluvia y elevar la temperatura de las aguas, ha convertido las pozas remanentes en trampas mortales.
Sobreviven pocas en EU
En Estados Unidos, sobreviven algunas poblaciones de esta especie bajo estrictos programas de conservación. Sin embargo, en México, la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad ya la considera extinguida en estado silvestre.
El hábitat donde antes se reproducía se ha reducido a un escaso siete por ciento de su extensión original.
La extinción de la carpa chamizal y la crisis del río Bravo no solo amenaza a una especie en particular. Su cauce fragmentado, suelos erosionados y flujo intermitente son señales de una falla sistémica más amplia.