En los últimos cinco años, Monterrey y su zona metropolitana han vivido un auge vertical sin precedentes. Torres residenciales, corporativas y de uso mixto se alzan cada vez más alto en municipios como San Pedro Garza García, Monterrey Centro y Santa Catarina.
La silueta de la ciudad cambió, pero con ella llegaron también nuevas tensiones urbanas.
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De acuerdo con datos del Instituto Municipal de Planeación y Gestión Urbana (IMPLAN), tan solo en San Pedro se han aprobado más de 60 desarrollos verticales desde 2018, muchos de ellos superiores a los 20 pisos. En el Centro de Monterrey, el fenómeno es similar, con torres residenciales en zonas que antes eran de baja densidad.
Este crecimiento ha sido impulsado por la demanda de vivienda vertical, la escasez de suelo y la búsqueda de plusvalía por parte de inversionistas.
¿Lujo para unos, presión para otros?
Si bien estos complejos ofrecen amenidades, vistas panorámicas y seguridad, también generan presión sobre servicios básicos, como agua, energía eléctrica y movilidad.
El Informe del Observatorio Ciudadano de Movilidad señala que muchos de estos proyectos carecen de conectividad eficiente, lo que incentiva el uso del automóvil y agrava el tráfico en zonas ya saturadas como Vasconcelos, Morones Prieto o Lázaro Cárdenas.
Además, se está generando un fenómeno de gentrificación silenciosa, especialmente en barrios del centro de Monterrey, donde los precios del metro cuadrado han subido hasta un 40% en los últimos tres años, desplazando a residentes históricos que ya no pueden pagar la renta.
¿Y la seguridad estructural?
Aunque el noreste de México no es una zona sísmica intensa, el Atlas de Riesgo de Protección Civil de Nuevo León advierte que la sobreconstrucción en ciertos polígonos podría afectar la estabilidad del subsuelo, sobre todo en terrenos con antecedentes de hundimientos o fallas geológicas, como zonas cercanas al río Santa Catarina.
Un estudio técnico de la Facultad de Ingeniería Civil de la UANL alertó en 2023 sobre la necesidad de revisar con mayor rigor los métodos de cimentación en suelos no consolidados, especialmente en torres superiores a los 100 metros de altura.
El “Monterrey vertical” representa modernidad y dinamismo económico, pero también exige una planeación urbana más rigurosa y con visión a largo plazo.
La verticalidad, si no se acompaña de sustentabilidad, inclusión social y seguridad estructural, puede convertirse en un lujo con consecuencias invisibles… hasta que sea demasiado tarde.