A simple vista, podría parecer un rincón más del vasto territorio mexicano, pero este lugar guarda una de las postales más inesperadas del país: una planicie blanca y silenciosa, de apariencia lunar, que contrasta con la vegetación tropical que la rodea.
Este fenómeno natural ha comenzado a ganar notoriedad entre los amantes del ecoturismo, la geología y las experiencias poco convencionales.
Este lugar te hará sentir como estar en la Luna
Lejos de la imagen típica de Guanajuato, este destino se aleja de túneles coloniales y calles empedradas para ofrecer una aventura singular.
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Forma parte de las conocidas Siete Luminarias, antiguos volcanes alineados con patrones celestes. El Rincón de Parangueo es uno de estos gigantes dormidos: un cráter de tipo mar que se formó por la interacción violenta entre magma y agua subterránea, y cuya depresión alcanza un diámetro de kilómetro y medio.
Aunque en el pasado albergó un lago permanente, hoy solo queda un vestigio acuático en el centro, rodeado por un terreno salino que parece cubierto de nieve.
Las formaciones minerales blancas que emergen en los bordes parecen esculturas esculpidas por el viento y el tiempo. En ciertas temporadas, el agua restante adopta tonos rojizos, intensificando la atmósfera irreal del lugar.
Acceder al cráter es ya parte de la experiencia. Se llega cruzando un túnel de 450 metros, excavado hace más de un siglo para intentar extraer agua.
La penumbra del pasadizo acentúa la sensación de estar atravesando una frontera entre mundos. Una vez dentro, el entorno invita a caminar, montar a caballo o simplemente contemplar el silencio mineral.
Mitos prehispánicos, relatos de luces inexplicables en el cielo y pinturas rupestres completan el halo de misticismo que rodea al Rincón de Parangueo. Un destino que cautiva por su rareza y confirma que Guanajuato todavía tiene secretos por revelar, como este desierto lunar inesperado.