Durante años, las leyendas sobre un árbol tropical que “camina” por la selva han fascinado tanto a científicos como a habitantes de México, América Central y del Sur.
Esta idea, que evoca imágenes de un bosque móvil y lleno de vida cambiante, ha sido alimentada por la inusual estructura de una especie vegetal: Socratea exorrhiza, una palma que desarrolla raíces aéreas y delgadas en forma de zancos. Estas estructuras le permiten adaptarse a las condiciones del entorno.
El árbol mexicano que 'camina'
Investigaciones recientes han desmontado el mito del árbol andante. De acuerdo con un estudio encabezado por el ecólogo Gerardo Ávalos, la palma en cuestión no se desplaza ni cambia de posición.
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Su estrategia de supervivencia se basa, más bien, en una rápida regeneración de raíces cuando pierde estabilidad, lo cual le permite sostenerse mejor, no trasladarse.
Las raíces que sobresalen del tallo actúan como columnas estabilizadoras en terrenos fangosos o con pendientes. Además, su altura permite a la planta captar mayor cantidad de luz solar en un ecosistema donde la competencia por este recurso es feroz.
La ilusión de movimiento se refuerza cuando raíces más antiguas se deterioran y son reemplazadas por otras nuevas, en posiciones distintas.
El origen del mito parece situarse en la década de 1980, cuando antropólogos describieron lo que creían era un comportamiento de locomoción vegetal. A pesar de esa interpretación inicial, los tiempos de crecimiento y el comportamiento fisiológico de la especie no respaldan esa hipótesis.
Así, el fenómeno del árbol andante encuentra explicación en adaptaciones evolutivas relacionadas con la luz, la estabilidad y la supervivencia, pero no con el desplazamiento.
Aun cuando su apariencia parezca sugerir otra cosa, la Socratea exorrhiza echa raíces profundas que con una nueva posición sugiere esa ilusión de haber "caminado" y moverse de lugar.