En un país repleto de maravillas naturales, Mil Islas permanece como una joya oculta que conserva secretos de belleza exótica, encallada en el corazón del municipio de San Pedro Ixcatlán, al norte del estado de Oaxaca.
Este laberinto de islotes dispersos, nacidos tras la construcción de la presa Miguel Alemán en los años cincuenta, representa un paraíso insospechado para los viajeros que buscan alejarse de los circuitos turísticos tradicionales y redescubrir la naturaleza en estado puro.
La belleza exótica de Mil Islas
Mil Islas es el secreto mejor guardado del ecoturismo en Oaxaca.
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El origen de este archipiélago continental no responde a caprichos geológicos, sino a una intervención humana que transformó radicalmente la cuenca del Papaloapan.
El embalse anegó tierras fértiles habitadas por comunidades indígenas mazatecas y chinantecas, y en su lugar emergieron cerca de 47 mil hectáreas de agua salpicadas de formaciones insulares que varían con las estaciones y el nivel del líquido.
Este entorno lacustre no solo ofrece panoramas espectaculares desde los miradores del Cerro Quemado, sino también un abanico de actividades para amantes del ecoturismo: navegación en lancha, kayak, pesca recreativa, exploración de cavernas y avistamiento de especies como garzas, tecolotes y armadillos.
Todo ello dentro de una zona en la que la conexión con el entorno natural es total y donde la infraestructura turística, aún modesta, garantiza un turismo responsable y sostenible.
Acceder a este enclave requiere cruzar caminos sinuosos, embarcarse desde comunidades locales y contar con el acompañamiento de guías conocedores del terreno. Esa misma dificultad es la que ha preservado su autenticidad.
No hay aglomeraciones, ni ruido urbano: solo silencio, agua y vegetación que se extiende hasta donde alcanza la vista.
Por eso, si buscas una alternativa distinta y profunda al turismo masivo, Mil Islas te espera como un santuario virgen que invita a reconectar con lo esencial y contemplar el mundo con ojos nuevos.