DÍA DE MUERTOS

¿Qué se celebra el 1 y 2 de noviembre? Diferencias entre Día de Todos los Santos y Día de los Fieles Difuntos

Dos días, dos conmemoraciones: honrar a los santos y pedir por las almas que aún esperan la vida eterna; esta es su diferencia y simbolismo

Día de Muertos o Fieles Difuntos
Día de Muertos o Fieles DifuntosCréditos: Especial
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Cada año, la Iglesia Católica dedica el 1 y 2 de noviembre a recordar a quienes han partido, sin embargo, ambas fechas tienen un sentido espiritual distinto dentro de la tradición cristiana. Aunque muchas personas las consideran parte de una misma conmemoración, su origen y significado no son iguales.

1 de noviembre: Día de Todos los Santos

El Día de Todos los Santos honra a todas las personas que, de acuerdo con la doctrina católica, alcanzaron la santidad y están ya en la presencia de Dios.

Este día también recuerda a los niños fallecidos, reconocidos como almas puras que, según la fe, gozan de la vida eterna.

La celebración invita a los fieles a reflexionar sobre la vocación a la santidad y a inspirarse en quienes vivieron conforme al Evangelio.

2 de noviembre: Día de los Fieles Difuntos

El Día de los Fieles Difuntos se dedica a orar por las almas que, según la creencia católica, están en proceso de purificación en el purgatorio antes de llegar a la presencia divina.

Durante esta jornada, los fieles suelen acudir a misa, visitar panteones, colocar ofrendas y elevar oraciones por familiares y amigos fallecidos, con la esperanza de acelerar su encuentro con Dios.

A diferencia del día previo, esta fecha representa una petición de misericordia y un acto de solidaridad espiritual con quienes aún están en camino a la redención.

La Iglesia distingue ambas celebraciones para resaltar dos realidades espirituales: la plenitud de los santos en el cielo y la purificación de las almas que aún esperan la vida eterna.

El primero de noviembre representa una fiesta de esperanza, mientras el dos de noviembre implica una petición de misericordia, según señalan especialistas en liturgia.

Ambas fechas, aunque diferentes, se complementan: una reconoce la santidad alcanzada; la otra expresa la esperanza y la comunión entre vivos y difuntos.