El pan francés lagunero es un legado que perfuma las calles de Torreón, Gómez Palacio y Lerdo con la fragancia del trigo recién horneado.
En el marco del Día Mundial del Pan, esta especialidad norteña se convierte en protagonista de una celebración global que une a millones de personas en torno al alimento más universal y simbólico de la humanidad.
El pan francés lagunero
Su historia se remonta a la llegada del ferrocarril a finales del siglo XIX, cuando inmigrantes franceses y panaderos locales dieron forma a una versión singular del bolillo europeo.
Te podría interesar
Con horno de bóveda, masa madre y una fermentación lenta, nació un pan de corteza crujiente y alma esponjosa, ideal para acompañar menudo, barbacoa o guisos típicos del norte mexicano.
En La Laguna, el oficio panadero se transmite de boca en boca y de horno en horno. Nombres como Don Mauro, maestro de la tradicional panadería La Espiga de Oro en la colonia Jacarandas, permanecen grabados en la memoria colectiva.
Su legado continúa vivo en manos de “El Gallito”, quien aprendió el arte de amasar y hornear bajo su tutela, conservando intacta la fórmula que tantas generaciones han disfrutado con devoción.
Patrimonio gastronómico
Este pan emblemático fue declarado patrimonio gastronómico y cultural de Torreón, reafirmando su valor como una joya culinaria del país. Cada pieza, horneada con precisión artesanal, representa la mezcla de herencia europea y espíritu lagunero que define la identidad regional.
Hoy, el pan francés lagunero, además de deleitar el paladar preserva una tradición en el norte de México.
En este Día Mundial del Pan, su sabor nos recuerda que la verdadera riqueza se encuentra en los oficios que alimentan cuerpo y alma, amasados con historia y amor por México.
