La disminución en la afluencia de visitantes hacia Las Vegas ha despertado inquietud entre autoridades y empresarios. El semestre más reciente refleja un declive del 7.3%, mientras que junio registró una baja aún más aguda, del 11% frente al mismo mes del año pasado.
Estas cifras colocan a la ciudad en la antesala de un récord indeseado: la mayor contracción turística desde que comenzaron los registros oficiales en 1970.
Las Vegas se queda sin turistas
Los factores que explican este retroceso son múltiples y de alcance global. Por un lado, la confianza del consumidor se mantiene debilitada en un contexto de incertidumbre económica.
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A ello se suma la reducción de convenciones y congresos de gran escala, que históricamente funcionaban como pilar de atracción. En este escenario, el flujo de visitantes corporativos se ha resentido de manera particularmente fuerte.
En el mercado internacional, los efectos resultan más visibles. Tanto Canadá como México, dos de las fuentes más relevantes de turistas, han mostrado descensos abruptos.
Analistas relacionan esta contracción con las políticas migratorias restrictivas de la administración Trump, que han generado desánimo entre potenciales visitantes.
La propia alcaldesa Shelley Berkley reconoció que los apostadores frecuentes de origen mexicano han perdido interés en desplazarse a la ciudad, fenómeno que se replica en otros públicos foráneos.
Cambio de preferencias
Otro elemento decisivo es el cambio de preferencias generacionales. Los más jóvenes destinan menos recursos a experiencias ligadas al consumo de alcohol o a los casinos tradicionales, inclinándose hacia actividades digitales como apuestas en línea y videojuegos. Estas dinámicas restan singularidad a un destino cuya identidad se basa en lo exclusivo de su oferta presencial.
Si la tendencia negativa persiste, Las Vegas enfrentará la tarea de rediseñar su modelo de atracción global.