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Este abuelito sorprendió al mundo; tuvo a su noveno hijo a los 92 años

Los expertos señalan que la calidad del esperma disminuye con los años, aumentando posibles riesgos genéticos

Escrito en GLOBAL el

El mundo de la reproducción masculina tiene historias sorprendentes que demuestran que la fertilidad en los hombres puede mantenerse hasta edades avanzadas. 

Uno de los casos más emblemáticos es el de Les Colley, un australiano que, en 1992, fue reconocido por el Libro Guinness de los Récords como el “padre más viejo del mundo” tras tener su noveno hijo con su tercera esposa.

Colley tenía 92 años cuando nació su hijo Oswald, fruto de su matrimonio con Patty, una mujer de Fiji que conoció a través de una agencia de citas cuando él tenía 90. Su caso generó gran interés en medios internacionales y sigue siendo un ejemplo de que, biológicamente, los hombres pueden concebir hijos mucho más allá de la edad considerada habitual. 

A diferencia de las mujeres, cuya fertilidad disminuye drásticamente con la menopausia, los hombres continúan produciendo espermatozoides a lo largo de toda su vida, aunque con ciertas limitaciones.

El caso de Colley es excepcional, pero no único

Ramjit Raghav, un hombre de la India, afirmó haber tenido su primer hijo a los 94 años y un segundo a los 96, aunque su edad exacta y la veracidad del caso han sido objeto de debate. 

En cualquier caso, estos ejemplos ilustran la posibilidad de la paternidad tardía y los avances en la comprensión de la reproducción masculina.

Sin embargo, los expertos en salud señalan que la concepción en hombres de edad avanzada conlleva riesgos adicionales. Con el paso de los años, la calidad del esperma disminuye, lo que puede aumentar la probabilidad de anomalías genéticas en los hijos. Además, la longevidad del padre y su capacidad para cuidar de la descendencia también son factores a considerar.

A pesar de estos riesgos, el caso de Les Colley demuestra que la fertilidad masculina puede mantenerse hasta edades extraordinarias. 

Él vivió una vida activa y saludable, no fumaba ni consumía alcohol, y falleció a los 99 años por neumonía, dejando un legado que desafía los límites de lo que tradicionalmente se considera posible en la paternidad.