La resolución de los asesinatos de la tienda de yogur representa un claro ejemplo de la aplicación de la ciencia forense moderna. Durante décadas, la investigación permaneció atrapada en un laberinto de hipótesis, sospechosos equivocados y evidencias insuficientes que frustraron a investigadores y a la comunidad.
La reciente identificación del culpable, gracias a técnicas de análisis de ADN de última generación, marca el cierre de una de las historias criminales más emblemáticas de Texas.
Resuelven el caso del 'asesino del yogur'
El caso se remonta a diciembre de 1991, cuando cuatro jóvenes fueron halladas sin vida en un local de postres congelados en el norte de Austin.
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Las víctimas, de entre 13 y 17 años, presentaban signos de violencia extrema y fueron dejadas en medio de un incendio deliberado que buscaba eliminar cualquier rastro. La brutalidad del ataque y la ausencia de pruebas contundentes sembraron miedo en la ciudad y alimentaron rumores durante años.
A lo largo de la década de 1990, varios adolescentes fueron detenidos e interrogados bajo intensa presión. Algunos llegaron a confesar, pero más tarde se retractaron alegando coerción.
Los procesos judiciales se derrumbaron por falta de respaldo científico, dejando el expediente nuevamente en la oscuridad.
Tecnología resuelve crimen
El avance definitivo llegó con la genealogía genética, una herramienta que permite rastrear perfiles familiares a partir de material biológico mínimo.
Investigadores estatales lograron vincular las muestras recuperadas en la escena con Robert Eugene Brashers, un delincuente itinerante que se quitó la vida en 1999 y que ya estaba relacionado con homicidios en otros estados del país.
Aunque la verdad llegó tarde, el esclarecimiento devuelvió algo de paz a los deudos y reivindicó a los inocentes que fueron señalados injustamente.