En 2018, un acto inimaginable sacudió a Nueva Zelanda, dos niños, de seis y ocho años, desaparecieron de la vida y de los ojos de quienes los amaban. Sus cuerpos no desaparecieron del todo; fueron encerrados en maletas, ocultos durante años hasta que el destino los reveló en una subasta en línea cuatro años más tarde.
La autora de esta tragedia, Hakyung Lee, madre de los pequeños y de origen surcoreano, huyó inmediatamente del país.
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Después de que Hakyung Lee asesinara a sus hijos en 2018 y ocultara sus cuerpos en maletas, estas maletas no fueron encontradas inmediatamente. Permanecieron almacenadas en algún lugar desconocido hasta que, cuatro años después, alguien las puso a la venta en una subasta en línea.
Este tipo de subastas suelen incluir artículos olvidados, almacenados o abandonados en depósitos, bodegas o almacenes, y los objetos se venden al mejor postor.
Durante la revisión del contenido de las maletas por parte del comprador o de la empresa que manejaba la subasta, se descubrieron los restos de los niños, lo que permitió a las autoridades rastrear el crimen y reactivar la investigación.
Hakyung cambio su nombre, se refugió en Ulsan, Corea del Sur, y trató de reconstruir su vida lejos de las miradas de la justicia. Pero el pasado tiene memoria: una vez hallados los restos, las autoridades neozelandesas lograron su extradición, enfrentando así a Lee con las consecuencias de sus actos.
Durante el juicio, Lee admitió haber administrado la sobredosis que terminó con la vida de sus hijos, alegando que actuó bajo un estado de locura.
Sin embargo, juez y jurado desestimaron su defensa: la responsabilidad fue clara y unánime. La corte la declaró culpable de ambos cargos de asesinato.
El cierre del caso llegará el próximo 26 de noviembre, cuando se dicte la sentencia definitiva. Siete años después, la historia que estremeció al país finalmente encuentra un desenlace judicial, recordando que, aunque los crímenes puedan esconderse, la justicia eventualmente encuentra su camino.