La Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio anunció que, el pasado 3 de julio, la astronauta Nichole Ayers logró captar un inusual destello desde la Estación Espacial Internacional mientras sobrevolaba el continente americano.
Lo que en un inicio se pensó que era un sprite resultó ser un chorro gigante, una manifestación poco común de los denominados Eventos Luminosos Transitorios, cuya naturaleza sigue siendo un desafío para la ciencia.
‘Chorros gigantes’ en México y EU
La confirmación llegó el 12 de agosto, cuando la NASA divulgó un comunicado detallando la verdadera identidad de la descarga eléctrica.
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Estos fenómenos destacan porque, en lugar de dirigirse hacia el suelo como los rayos convencionales, se proyectan en sentido contrario: de las nubes hacia la estratósfera e incluso más allá, alcanzando hasta cien kilómetros de altura.
Los expertos señalan que esta descarga actúa como un “puente eléctrico” que conecta la cima de las tormentas con capas atmosféricas superiores.
Debido a su escasa frecuencia, el registro de Ayers es considerado valioso tanto por la dificultad de documentarlos como por la oportunidad que brinda para analizar cómo se comporta la energía en estas formaciones eléctricas.
Panorama único
Investigadores del proyecto Spritacular subrayan que observar un chorro gigante desde el espacio abre un panorama único para el estudio de la dinámica de las tormentas y su impacto en la atmósfera. Además, remarcan que la colaboración de observadores ciudadanos es esencial, ya que estos destellos suelen detectarse de manera fortuita por cámaras o pasajeros aéreos.
Los denominados TLE, que incluyen sprites, duendes y chorros gigantes, son fenómenos que escapan con frecuencia a la vista terrestre, lo que dificulta su monitoreo directo. Cada nuevo avistamiento amplía el conocimiento sobre la interacción entre tormentas eléctricas y el entorno espacial inmediato.