IGLESIA CATÓLICA

Aseguran que esta estatua de la Virgen María ‘cobró vida’; se congregaron 10 mil personas por noche

El suceso se convirtió en un episodio emblemático de la interacción entre fe, percepción humana y psicología colectiva

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Todo comenzó la noche del 22 de julio de 1985, cuando dos mujeres locales afirmaron que la estatua de la Virgen María, en Ballinspittle, Irlanda, la estatua colocada en una gruta junto a la carretera principal del pueblo, se inclinó hacia adelante y pareció balancearse.

En cuestión de horas, la noticia corrió por la región. Para el 24 de julio, decenas de personas acudían diariamente al santuario improvisado. A finales de ese mes, miles de peregrinos de todo el país se reunían en Ballinspittle para rezar, encender velas y atestiguar lo que muchos consideraban un milagro.

Una ola de apariciones

El fenómeno no quedó limitado a Ballinspittle, entre julio y septiembre de 1985, más de 30 localidades irlandesas, incluidas Tralee, Kinsale, Mayo y Dún Laoghaire, reportaron estatuas religiosas que parecían inclinarse, girar la cabeza o incluso cambiar de expresión. La prensa irlandesa bautizó los sucesos como “el verano de las estatuas que se movían”.

Algunos fieles aseguraron que la Virgen respiraba, abría los ojos o lloraba lágrimas visibles. Para mediados de agosto, el sitio de Ballinspittle congregaba a más de 10,000 personas cada noche, convirtiéndose en uno de los eventos religiosos más masivos de la década en Irlanda.

La mirada de la ciencia

El fenómeno atrajo la atención de académicos y científicos. Especialistas de la University College Cork (UCC) instalaron cámaras y realizaron observaciones en el lugar durante el verano. Sus grabaciones no detectaron ningún movimiento físico en la estatua.

Los investigadores concluyeron que se trataba del efecto autocinético, una ilusión óptica documentada en psicología desde principios del siglo XX.

Este efecto ocurre cuando, en condiciones de poca luz y tras observar fijamente un objeto inmóvil, el cerebro percibe que este se mueve. el psicólogo Nicholas Humphrey así lo explicó en entrevistas posteriores.

La estatua permanece estática; lo que cambia es la percepción humana.

El parpadeo de las velas, los reflejos de la luz sobre la pintura y la expectación colectiva reforzaban esa ilusión, creando una experiencia compartida por multitudes.

La postura de la Iglesia

La Iglesia católica en Irlanda, encabezada entonces por el arzobispo de Dublín, Desmond Connell, evitó declarar oficialmente los hechos como milagros. Sin embargo, tampoco negó abiertamente la fe de los miles de asistentes.

No podemos confirmar un hecho sobrenatural, pero tampoco podemos negar el impacto espiritual que ha tenido en la gente.

Un recuerdo que aún divide

Casi 40 años después, la estatua de Ballinspittle continúa en su gruta. El pueblo, de apenas unos cientos de habitantes, aún recibe visitantes curiosos, aunque en menor número. Para muchos, el episodio de 1985 representa un auténtico llamado divino; para otros, es una muestra de cómo la psicología colectiva puede transformar la percepción de la realidad.

Entre la fe y la ciencia, lo cierto es que aquel verano marcó la memoria de Irlanda, el verano en que decenas de estatuas parecieron cobrar vida.