Pisar una garrapata no es una medida segura ni eficaz para erradicar a este parásito. Aunque podría parecer que aplastarla con el calzado sería suficiente, la realidad es más compleja: en muchos casos, el insecto sobrevive y, en el proceso, puede liberar sustancias potencialmente peligrosas.
La práctica, lejos de solucionar el problema, puede aumentar la probabilidad de contagio de enfermedades como la de Lyme o la fiebre maculosa.
¿Por qué es tan peligroso pisar una garrapata?
Uno de los errores más comunes es pensar que una garrapata muere fácilmente al ser presionada bajo el zapato. Sin embargo, su estructura corporal, especialmente cuando aún no se ha alimentado, le permite resistir la presión en superficies irregulares.
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Y si ya ha ingerido sangre, el riesgo se multiplica: los fluidos internos que podrían contener bacterias infecciosas pueden quedar expuestos.
Factores como la temperatura del ambiente, la humedad y la dureza del piso influyen significativamente en la resistencia del insecto. Incluso en condiciones aparentemente letales, la garrapata puede permanecer viva o liberar patógenos al ser dañada.
Por eso, especialistas en salud recomiendan nunca triturarlas intencionalmente, sino eliminarlas con métodos más seguros y controlados.
Alternativas seguras
En lugar de pisarlas, lo recomendable es evitar su presencia mediante medidas preventivas: uso de ropa protectora, revisión corporal después de estar en zonas naturales y aplicación de repelentes.
En caso de encontrar una garrapata adherida a la piel, debe extraerse con pinzas, sin tocarla directamente ni aplicar sustancias que la irriten. Esto previene la liberación de toxinas o la transmisión de enfermedades.
Aunque parezca una acción insignificante, pisar una garrapata puede generar consecuencias inesperadas. Lejos de ser un gesto inofensivo, este acto puede terminar afectando la salud del individuo que lo realiza. Por tanto, lo más prudente es evitar pisar una garrapata y optar por métodos más seguros para eliminarla.