El papel higiénico, habitual en tiempos de estabilidad normal, adquirió un protagonismo inesperado tras el apagón que dejó sin energía a amplias zonas de España y Portugal.
Lo que parecía un incidente pasajero derivó, en cuestión de horas, en largas filas en supermercados y estanterías vacías, especialmente en las secciones de productos higiénicos.
El papel higiénico y los apagones
Este tipo de comportamiento no surge de una necesidad real o inmediata de uso. Según especialistas en psicología del consumo, responde a una conducta anticipatoria vinculada a la percepción de pérdida de control.
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Las personas, ante escenarios imprevistos, tienden a enfocarse en objetos que consideran indispensables, y el papel higiénico, por su uso íntimo, se convierte en una especie de “refugio práctico”.
Lo que podría parecer una acción racional, asegurarse lo básico, en realidad oculta una serie de mecanismos emocionales más profundos: la necesidad de sentirse preparados y de hacer algo tangible ante el desconcierto.
Esta ilusión de control se fortalece cuando otros hacen lo mismo: el instinto de imitación, potenciado por imágenes virales en redes sociales, convierte el temor individual en una conducta colectiva.
Además, las circunstancias del encierro domiciliario temporal, junto con el estrés y los cambios en la rutina, pueden alterar los hábitos fisiológicos, lo que da al producto una importancia aún mayor en el imaginario social.
Sin embargo, los analistas insisten en la importancia de no dejarse arrastrar por estas dinámicas. La sobrecompra de bienes básicos, como el papel higiénico, puede desencadenar escasez artificial y afectar a quienes realmente lo necesitan.
La consigna, es simple: actuar con serenidad, evaluar necesidades reales y evitar acumular por impulso.
Aunque el papel higiénico parezca un resguardo ante el caos, se vuelve también un termómetro del miedo colectivo cuando la racionalidad cede ante la incertidumbre.