“Todos tenemos miedo”, dijo la semana pasada la senadora republicana por Alaska, Liza Murkowski, en un acto en Anchorage.
“A menudo me siento muy ansiosa a la hora de alzar la voz, porque las represalias son reales”, explicó.
Los políticos republicanos tienen miedo a manifestar sus discrepancias. Los empleados federales tienen miedo de ser despedidos. Los inmigrantes tienen miedo a ser deportados sin garantías a sus países (o peor aún, encerrados en una cárcel de máxima seguridad en El Salvador).
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Las universidades tienen miedo de que les retiren los fondos. Los estudiantes extranjeros tienen miedo de perder sus visados. Las firmas de abogados tienen miedo de que las castiguen si no se doblegan. Las empresas tienen miedo de mantener sus políticas de diversidad, igualdad e inclusión.
Los beneficiarios de prestaciones tienen miedo de quedarse sin ellas. Los medios tienen miedo de sufrir represalias. Las personas trans tienen miedo de ser discriminadas.
Otro senador, el demócrata Cory Booker, recordó una cita de uno de los Padres Fundadores de Estados Unidos, Thomas Jefferson, el tercer presidente: “Cuando el pueblo tiene miedo del Gobierno, hay tiranía. Cuando el Gobierno teme al pueblo, hay libertad”. Donald Trump a unos días de cumplir 100 días de su segundo mandato como presidente de Estados Unidos. El republicano regresó a la Casa Blanca con una agenda radical y una larga lista de enemigos.
Con la experiencia de su primer mandato y cuatro años rumiando su venganza, Trump se rodeó de leales en el Gobierno y empezó a gobernar por decreto. La deriva autoritaria, los abusos de poder, la ruptura de vínculos con los países aliados históricos, la cruzada contra la inmigración irregular, la agitación permanente, la revancha ideológica y la caótica guerra comercial han marcado el inicio de su segundo mandato.