Se dice que cuando una cerveza fría se calienta y luego se vuelve a meter al refrigerador para enfriarse, esta se “azorrilla”, es decir sabe amarga u “horrible”, ¿porqué sucede esto?.
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El cambio de sabor en una cerveza sí es algo real y puede verse afectado por muchos factores, pero no por los cambios de temperatura.
Todo esto radica en el lúpulo, esa planta herbácea de tallo áspero que hace que la cerveza tenga un espumaje sólido, frescura y características que la protegen contra las bacterias.
Cuando la ‘chela’ sabe mal, es porque el lúpulo se degradó para convertirse en moléculas de sulfuro.
David Grinnel, de The Boston Beer Company, fue quien dio a conocer los resultados de un experimento que realizaron con cervezas en lata.
Partieron a la mitad el paquete, una parte fue puesta en el refrigerador y la otra fue sometida a varios cambios de temperatura: las pusieron en agua caliente para quitarles el frío y después las enfriaron durante la noche.
Este proceso se repitió tres veces. Mientras, la otra parte de las cervezas enlatadas permaneció en el refrigerador.
Cuando comprobaron los resultados del experimento, se dieron cuenta que las dos partes de cerveza conservaban su sabor original.
Entonces, ¿por qué no se azorrillaron como siempre nos habían dicho? La razón es simple: la cerveza no se azorrilla—o adquiere ese sabor a lúpulo sulfurado— porque cambie su temperatura, sino por la iluminación.
La luz es lo que quema tus cervezas. No es casualidad que muchos envases sean oscuros; esto con la intención de conservar mejor su sabor por más tiempo.
Así que ahora lo sabes y es momento de que dejes de andar difamando a las cervezas y a sus procesos.
Si tu chela se azorrilló, como dicen en el sitio de los Cerveceros de México, es porque la dejaste a la luz —particularmente bajo rayos ultravioleta— y aceleraste el proceso de oxidación, pero no porque las dejaste afuera de la hielera.