En el corazón del altiplano tamaulipeco, hay un fruto que marca el calendario de los paladares más aventureros, el garambullo, una pequeña baya silvestre de intenso color morado que, durante pocas semanas al año, se convierte en el alma de uno de los helados más curiosos y codiciados de la región.
Aunque el garambullo crece en varios estados del centro-norte del país, en Tamaulipas ha encontrado un lugar especial en la cocina tradicional, particularmente en forma de nieve artesanal, preparada por manos locales que han sabido transformar esta fruta rústica en un postre refrescante, saludable y lleno de historia.
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Una fruta con temporada fugaz
El garambullo nace del cactus Myrtillocactus geometrizans, y solo da fruto entre mayo y julio. Su cosecha es limitada, ya que los arbustos espinosos crecen en zonas áridas y escarpadas, por lo que recolectarlos es una labor paciente y manual.
Durante ese corto lapso, mujeres de comunidades como Tula, Jaumave y Miquihuana preparan nieve de garambullo con métodos tradicionales: a mano, con hieleras de madera y sin conservadores.
El resultado es un helado agridulce, vibrante, con notas similares a un arándano salvaje, y con propiedades antioxidantes.
Herencia que se enfría
En el pueblo mágico de Tula, Tamaulipas, algunas nieveras llevan décadas preparando este postre con recetas heredadas. “Mi abuela nos enseñó que la nieve se hacía solo cuando el garambullo está en su punto. Si no, no se hace”, dice doña Esthela, vendedora local.
Además de su sabor exótico, la nieve de garambullo es apreciada por ser baja en azúcar y tener un índice glucémico bajo, por lo que incluso se recomienda para personas con diabetes o problemas digestivos, según estudios nutricionales.
¿Dónde encontrarlo?
Solo unos cuantos puestos en las plazas principales de los pueblos altos de Tamaulipas venden esta nieve. Se recomienda visitar entre junio y principios de julio, antes de que se agote la cosecha y el hielo se derrita… hasta el próximo año.
Corre antes de que se acabe la temporada, porque en Tamaulipas… el garambullo no espera.