Una mujer gira la manivela del organillo en el crucero de calle González y avenida Iturbide, en Nuevo Laredo; a su lado, su pequeño hijo, de apenas unos meses, permanece sentado alimentándose en el portabebé mientras su esposo recolecta algunas monedas con los automovilistas.
El instrumento musical de origen alemán que opera con un cilindro de madera con mecanismo de puntillas que activa las notas al girar la manivela, en la parte frontal dice “Karmonipan Frati a C1 Schclenser Berlin”; se hizo popular en especial en el centro de la República Mexicana.
En la Ciudad de México, en especial, es una tradición en las calles y plazas que se arraigó durante la época del porfiriato con canciones populares, sones y valses, los organilleros quedaron plasmadas en algunas películas de la Época de Oro del Cine Mexicano.
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Portando su tradicional uniforme color caqui y visera, al verlos nos remontan al pasado en canciones como “El organillero”: “Cantando por el barrio del amor, se cansa mi organillo de llorar, se mete en las orejas su rumor y se oye por todita la ciudad, ya se va el organillero con su tema juguetón es olvido y es amor y se aturde todo el barrio y se salta el corazón cuando canta su canción”.
Una canción más es “Amigo Organillero”: “Amigo organillero arranca con tus notas pedazos de mi alma, no importa que el recuerdo destroce mis entrañas, tu sigue toca y toca”.
Como en un estrofa de la primera canción “nadie sabe a dónde va, donde guarda su canción”, hoy podemos disfrutar de la música del organillero en las calles de nuestra ciudad.