Probablemente has escuchado hablar sobre algún NFT (Non Fungible Token) y te has preguntado si tiene algún sentido comprar una pieza o si es solo una situación absurda.
Muchas personas no le ven sentido a comprar una obra de arte digital, puesto que es fácilmente reproducible: descargando la imagen de internet, tomando un screenshot, etc.
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Sin embargo, el mercado de los NFTs funciona prácticamente de la misma forma que el mercado de arte físico. No en todos los sentidos, claro está; pero sí tienen un punto de coincidencia que es fundamental para entender la coherencia del asunto.
Si bien, un NFT se compra con criptomonedas y una pieza de arte física se adquiere con dinero “real”, ambas transacciones le dan al comprador el derecho de poseer una pieza original.
Por ejemplo, pensemos en la Mona Lisa, la pintura más famosa de Leonardo da Vinci. Podemos encontrar su imagen en cualquier lugar: en internet, en un cuadro colgado en una pared, en playeras, en memes, etc.
No obstante, la pieza original se encuentra en el Museo de Louvre, en París, y es la única que tiene un valor real en el mercado de arte. Ahora imaginemos que alguien pudiera comprar la Mona Lisa y sacarla del museo.
Entonces tendría en su posesión una pieza única y con un valor altísimo; sin importar que la misma sea reproducible por todos lados. Lo mismo ocurre con un NFT.
Solo una persona puede adquirir el original de una pieza de arte digital, con su respectivo certificado en blockchain. Así pues, aunque pueda reproducirse por distintos medios, solo esa pieza tendrá valor, igual que la Mona Lisa de París.
Comprar un NFT no parece tan absurdo después de todo (aunque, por supuesto, es una inversión volátil y de alto riesgo); o quizá, el mercado del arte, tanto físico como digital, nunca ha tenido sentido.