SOPA DEL DÍA

La generación que no quiere hijos

Escrito en OPINIÓN el

Antes, tener hijos era tan natural como respirar. Era el proyecto de vida que daba sentido: casita, perrito, al menos dos hijos, una niña, y un niño, y foto de graduación colgada en la sala. Hoy, esa historia es cada vez menos común. Las nuevas generaciones, milenial y Z, parecen haber guardado la cuna en el clóset y colgado el babero en el perchero.

En el vecino estado de Nuevo León, por ejemplo, el declive de la tasa de natalidad es evidente estadísticamente, como lo publicó Reforma.

Arantza, profesionista de 28 años, lo dice sin rodeos: “Yo no tengo el deseo de ser madre”. Y no porque le falte ternura, sino porque intuye el costo: perder independencia en un país donde los recursos sociales son mínimos y donde la maternidad se siente más como un salto al vacío que como un premio.

Oziel, también de 28, afina la misma partitura: “Es un gastar perpetuo que prefiero enfocar en mí”. La familia, para él, no es un sueño, es una fuga constante de dinero y tiempo. ¿Y Alejandra? Le da vértigo el futuro: “Saber que el mundo se va a poner cada vez peor me hace dudar”.

El fenómeno no es anecdótico, es estadístico. El Inegi señala que en 2023 la tasa de nacimientos fue de 49.1 por cada mil mujeres en edad fértil. En 2017 era de 61.2. La caída es clara, la tendencia irreversible. Y en el fondo late una pregunta: ¿estamos ante egoísmo juvenil o ante la lucidez de quien no quiere condenar a otro ser humano a un país desigual y a un planeta enfermo?

Los psicólogos responden: no es flojera, es otro sentido de vida. El “baby boomer” se realizaba en familia; el Z lo hace viajando, conectando con causas ambientales, encontrando plenitud en sí mismo. Lo que antes era deber, hoy se percibe como renuncia. Y lo que antes era bendición, hoy suena a factura imposible de pagar.

¿Es motivo de alarma? En Italia y China sí. Allá el envejecimiento poblacional amenaza las pensiones y el futuro económico. En México, los especialistas todavía no prenden la sirena roja: seguimos teniendo hijos, aunque muchas veces sin planeación. Pero ojo: la tendencia a la baja es real y toca sobre todo a los universitarios.

Así que la pregunta no es por qué los jóvenes no quieren hijos, sino por qué seguimos creyendo que deberían quererlos. Tal vez la maternidad y la paternidad ya no son requisito de trascendencia, sino opción. Una opción cara, arriesgada y cada vez menos popular.

¿Y si la verdadera madurez de esta generación consiste en decir: “No me alcanza para dar vida digna, así que no fabrico hijos tristes”? A lo mejor no es miedo. A lo mejor es valentía.

¿Usted qué opina?