La semana pasada fue titular en muchos periódicos del mundo, donde una persona que debatía civilizadamente con argumentos, sobre ideologías o comportamientos a los cuales no le eran afines, dándonos una lección importante: podemos estar en contra de las ideas, pero nunca contra las personas. Es el principio de la tolerancia y el respeto. Por ejemplo, yo estoy absolutamente en contra del aborto, pero jamás aprobaría que una persona fuera lastimada por el hecho de pensar lo contrario.
Es una ironía que la irracional violencia pudo callar una voz, pero su mensaje ha quedado fortalecido. La razón la tiene el que argumenta, no el que destruye. Como el Cid Campeador, que ganaba batallas estando muerto. Charles Kirk es más conocido por sus ideas que nunca, y, los sensatos están de acuerdo que las personas son más importantes que las ideas.
En un artículo de The New York Times decía: “Algunos de los entrevistados no habían oído hablar de Kirk. Otros tenían fuertes sentimientos hacia él y su política, a favor y en contra. Pero prácticamente todos estaban de acuerdo en que la violenta muerte de Kirk parecía confirmar el profundo temor de que algo anda muy mal en esta nación”.
No se trataba solo de la violencia armada. En cierto sentido, eso se ha convertido en una tragedia cotidiana, lamentable pero no sorprendente. Como señalaron varias personas, el miércoles también hubo un tiroteo en una escuela de Colorado.
En cambio, la muerte de Kirk a los 31 años simbolizó para muchos el colapso de lo que creían que era un valor estadounidense básico, de sentido común, que no necesita ser debatido: que las personas que expresan una opinión política no deben ser acribilladas por ello.
Un comentario ante quienes celebraban la muerte de Kirk es el siguiente: “Estos mismos que por la mañana celebran un asesinato, por la tarde fingen estar muy compungidos y sufrir mucho por los muertos de Gaza. Solo son hipocresía, mentira, mezquindad y odio, que tratan de disfrazar de causas justas y de solidaridad”
Hoy que celebramos las fiestas patrias, en que celebramos la independencia, siempre es una buena pregunta sobre lo independientes que somos. Muchos de nosotros estamos como “esclavizados” por ideologías que impiden que se manifiesta lo mejor que los otros, que nos hacen ver como adversarios irracionales a quienes no piensan como nosotros, donde las mentalidades políticas, preferencias sexuales o incluso el feminismo busquen la polarización a través de las redes sociales, a veces, mas impregnada por prejuicios o argumentos históricos de lo negativo del pasado, que creemos que sigue siendo presente: “Es más fácil dividir un átomo que acabar con un prejuicio” dijo Einstein.
¿Qué ideas nos esclavizan? ¿Qué debilidades nos dominan? ¿Cómo hablar de independencia cuando elegimos un comportamiento que nos esclaviza? ¿Dónde la conciencia y la responsabilidad son relegadas ante la avaricia? En cierta forma, cada persona tiene el deber de luchar por la más importante de las independencias: la de la libertad. No de aquella que es confundida con el libertinaje o el desorden que llevan al caos, sino la que lleva al autodominio y la sensatez.
No podemos dejar las causas más nobles en quienes polarizan. Más inclinados al insulto que a la argumentación, en que la coherencia no es parte de sus principios.
Las personas siempre serán más importantes que las ideas. No permitamos la polarización y la confrontación, sino el consenso. Pero en ello, usted tiene la última palabra.
Padreleonardo.hotmail.com